La geología es muy lenta, sus eras abarcan cientos de millones de años, y la escala humana apenas ocupa el último segundo de su historia. Sin embargo, cuando el Nobel de Química Paul Crutzen inventó en una discusión científica en el 2000 el término geológico antropoceno para designar nuestra era, que hasta entonces llamábamos holoceno, todo el mundo científico se puso de acuerdo en que la influencia de los humanos sobre el planeta, siquiera como aviso y señal de alarma, bien merecía bautizar una nueva era geológica. También la prensa se mostró encantada con el concepto, y empezó a popularizarlo, porque nada nos gusta más que darnos importancia; hasta a la hora de confesar errores y mostrar arrepentimiento, han de ser errores grandiosos, planetarios, de naturaleza geológica similar a la tectónica de placas, la vulcanología o los impactos de asteroides. Al planeta, naturalmente, le dio igual. Así que se escribieron miles de tratados, estudios y artículos sobre el antropoceno, hasta yo redacté algunos, y recuerdo que hace poco incluso nos enteramos de la fecha exacta en la que dio comienzo esa aciaga era geológicamente humana. 1950, justo el año de mi nacimiento. Por un momento me sentí más importante que Aristóteles.
Excelente noticia
31/03/24 4:00
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