El programa económico de Javier Milei es el cuarto proyecto neoliberal que se implementa en Argentina (el primero fue el de la dictadura de los 70, el segundo el de Carlos Menem en los 90, y el tercero, con importantes ramificaciones en el actual, el de Mauricio Macri en 2015-19). La experiencia neoliberal argentina no ha sido precisamente beneficiosa para el país, y ha terminado siempre de la misma forma: colapso productivo, inflación, pérdida de poder de compra de los salarios, y desmantelamiento del Estado. Y esta vez no parece que vaya a ser diferente.
Argentina está a punto de sufrir una profunda crisis económica fruto de las drásticas políticas aplicadas por este nuevo gobierno. La economía argentina experimentó una caída del 4,5 % interanual en diciembre (con un desplome de la industria del 12 %), y los primeros datos de 2024 son alarmantes en todas las direcciones. En cuanto a los precios, las cifras hablan por sí mismas: los alimentos se encarecieron un 56 % entre diciembre y enero, la gasolina es hoy un 165 % más cara que en noviembre del 2023, y el precio del alquiler se ha incrementado un 60 % con respecto a enero.
Debemos tener claro que el plan económico de Javier Milei consiste simplemente en dos medidas: 1) una megadevaluación (de momento de un 118 %) para intentar cerrar la brecha cambiaria (la diferencia entre el tipo oficial y el paralelo o blue); y 2) un ajuste fiscal masivo de alrededor del 5 por ciento del PIB, para lo cual está implementando una reducción del gasto público sin precedentes. Los efectos de estas políticas son ampliamente conocidos: una aceleración de la inflación y una profunda recesión económica. Por un lado, la megadevaluación del peso provoca que los precios en el interior del país aumenten porque se ajustan al aumento del coste en moneda nacional de los insumos importados, lo que se traduce en una reducción de los salarios reales (que es uno de los principales objetivos de la medida). La reducción de los salarios reales tiene un enorme efecto contractivo sobre el gasto agregado: se desploma el consumo de los hogares y le sigue una caída de la inversión. Esta caída de la demanda es agravada por la enorme reducción del gasto público. El desastre económico está servido.
Además, es probable que la reducción del gasto público per se ni siquiera mejore las cuentas públicas, ya que la caída de la actividad económica también reducirá los ingresos de la Hacienda. Es bastante conocido que las mayores reducciones de deuda y déficit públicos se producen en situaciones de crecimiento económico sin ajuste fiscal. Por otro lado, la reducción de la brecha cambiaria, de lo único de lo que puede alardear el gobierno hasta la fecha (y que muchos medios nacionales e internacionales difunden como un gran logro económico), si se hace como se ha hecho hasta ahora (devaluando masivamente el tipo de cambio oficial) no necesariamente indica que la situación del país haya mejorado.
Todo apunta a que el proyecto de Milei será un fracaso y que pronto volverá un gobierno progresista al que le tocará deshacer este entuerto. Entonces, habrá que volver a estatizar empresas públicas estratégicas previamente regaladas al sector privado, restablecer el estado del bienestar, recuperar el poder adquisitivo de los salarios, reactivar la producción industrial nacional, etc. Es la misma historia de siempre, el famoso péndulo argentino: las fuerzas progresistas teniéndolo que reconstruir todo tras la destrucción ocasionada por los gobiernos neoliberales y los reaccionarios.