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Acudo a la ya pasada diada balear cansado del ‘caso Koldo' y a sabiendas de que en política las dimisiones son excepcionales y que cuando se producen son meras cortinas de humo para salvar a quién realmente debería ser responsable. Veo el mencionado escándalo como nuevo ejemplo de que nuestra comunidad autónoma siempre pierde y sale trasquilada. Una festividad tan relevante siempre será motivo para apelar a lo económico; un elemento absolutamente imprescindible cuando se quiere hablar de autonomía y toma de decisiones (si repasara las hemerotecas estoy seguro de que podría repetir reflexiones de otros años donde he abordado la balearidad).

En estos tiempos de política interesada y violenta se agradece que nuestra presidenta Prohens opte por la poética para su discurso y que nuestro Govern recurra a imágenes y estampas bucólicas que no forman parte de nuestro día a día. Somos lo que queremos y amamos es una manera de eludir que somos aquello que hemos perdido y que estamos olvidando. El 1 de marzo nos une a todos en esta deriva. Una que va mucho más allá de la relación entre cuatro islas donde tanto lo que nos une como lo que nos separa y distingue es sobradamente conocido. Al margen de los aspectos institucionales (creo que los Consells todavía deben madurar) está la labor política y social que requiere un importante trabajo para forjar lo identitario. Curiosamente en estos días de celebración resurge el tema de las mezquitas como un conflicto irresoluble tanto si se opta por el bonismo progresista como al tradicionalismo anclado en un pasado de misas diarias que difícilmente volverá. Todos estos debates solo pueden resolverse desde el rigor y el diálogo y no desde el enfrentamiento y la dicotomía como también ocurre con el tema de los árboles cuando afectan a determinados monumentos, edificios o zonas emblemáticos (tema que volverá en próximas reflexiones).

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Somos el camino que nos lleva a un futuro que desconocemos. De cara a tantos desafíos que debemos abordar de manera inteligente y acertada apunto una reflexión de Monseñor Omella que permite diversas reacciones y maneras de implementarse: «Nos molesta la diversidad, cuando la diversidad aceptada reconocida y valorada hace crecer la propia identidad». El juego de estos conceptos marco es fundamental si queremos determinar quiénes son los protagonistas de esta puesta en escena que podríamos titular Somos. Porque hay una crisis de identidad demasiado profunda para poder hablar de ello, porque nadie quiere aceptar las derivas personales y colectivas, porque podría avergonzarnos reconocer de dónde venimos cuando se hacen lecturas interesadas e incorrectas del pasado. Probablemente no estemos ante el mejor presente para fijar los pilares de una obra colectiva, tal vez no estamos preparados para extraer lo mejor del pasado para proyectarlo a los retos e incertidumbres del futuro. En cualquier caso, sí somos cada día que nos pasa y con nuestras acciones contribuimos a algo mucho mayor. Y somos desde cualquier isla, con independencia de linajes, en beneficio de una aspiración llamada Illes Balears.

Juan Franch Fluxà es profesor de la UIB