Mala es la enfermedad que no muestra sus síntomas y baldío el arte del médico que no alcanza a reconocerlos, pero todavía peor es el paciente indiferente ante la enfermedad, poco se puede hacer por este último. Desconozco la enfermedad de la sanidad pública, pero hace lustros que parece estar enferma por algunos de los síntomas que presenta: listas de espera, insuficiente captación y retención de profesionales, violencia médica, sobrecarga asistencial y agotamiento profesional o burnout. La Atención Primaria de Balears ya está en la UCI con unos 250 médicos bajo par y puede contagiar a la Atención Hospitalaria que ya viene dando síntomas en Eivissa o Manacor.
Parece pues obvio que parte del problema es la escasez de profesionales. Lo que no parece resultar igual de obvio para los gestores sanitarios es una simple regla de tres; con menos no puedes hacer más. Ni siquiera igual. Y, sin embargo, se hace. Pero ¿a qué coste?, pues a costa del elefante en la habitación que nadie quiere ver; estrés, conciliación familiar y laboral, agotamiento profesional y la salud de los profesionales que sostienen vivo al sistema los 365 días del año, las 24 horas al día.
Reclutando médicos que quieran trabajar y establecerse en Balears puede parecer que resuelve el problema, solución por cierto factible en vista de los resultados de la creación de los puestos de difícil cobertura, pero no es así, y no lo es porque al menos a corto plazo, no hay médicos suficientes para suplir las vacantes. Ni los habrá dentro de nada cuando llegue el tsunami de jubilaciones de los baby boomers. Mientras tanto los que quedan, tienen que asumir su trabajo, más el de los que faltan. Y los que quedan, muestran síntomas de agotamiento. El alto índice de rotación de personal en ciertos puestos de trabajo -que pondría los pelos de punta en cualquier empresa privada- o las crecientes consultas al Programa de Atención al Médico Enfermo (Paime) así lo atestiguan. Encomiable labor, por cierto, la del Paime, donde sus esfuerzos se centran en la prevención terciaria, es decir, tratar el daño una vez producido. Pero evitar que se produzca el daño no es su responsabilidad, esa responsabilidad recae sobre el contratador, es decir el IB-Salut.
En el Sindicato Médico de Balears (Simebal) queremos saber la situación de nuestros afiliados. Es imperativo conocer las condiciones laborales bajo las que trabajan nuestros afiliados y medir el impacto sobre la salud y la conciliación de la vida familiar y laboral. Es cierto que no todos los médicos, actualmente en activo, sufren las consecuencias de un sistema infradotado de personal y sobrecargado de trabajo, ni que todos tienen problemas de salud derivados de estas condiciones laborales. Pero también es cierto que algo no funciona bien.
Por esta razón Simebal, en 2022, interpuso una denuncia a la Inspección de Trabajo para que se investigaran las condiciones laborales de los médicos de primaria en todos los centros de salud de Balears. Esta denuncia obligo al IB-Salut a realizar Evaluaciones Psicosociales, algo nunca realizado en la gran mayoría de estos centros a pesar de ser obligación según dicta la Ley de Prevención de Riesgos Laborales (ley 31/1995 de 8 de noviembre).
Los resultados de dichas evaluaciones son demoledores. No solo en cuanto a la sobrecarga asistencial, también alerta de otros aspectos organizativos que indican que, efectivamente, algo no funciona bien.
La misma ley recoge la obligación por parte del IB-Salut de aplicar una planificación preventiva que elimine o minimice los riesgos laborales detectados en las evaluaciones psicosociales, algo todavía pendiente de hacer, así como una evaluación y seguimiento del estado de salud de los trabajadores a riesgo, otra asignatura pendiente.
Un enfermo indiferente a los síntomas decía al principio, tiene mal pronóstico, pero cuando la indiferencia ante la enfermedad torna en escepticismo, la curación es imposible porque se instala el convencimiento de ser incurable cual indefensión aprendida. Si el sistema está enfermo no podemos aceptar ni la indiferencia del IB-Salut ni el escepticismo de sus médicos, urge transformar la indiferencia en acción y el escepticismo en esperanza.
Entre todos tenemos que eliminar la prisa de nuestros consultorios, de las salas de urgencias, ambulancias y quirófanos porque en palabras del gran sabio Dr. Gregorio Marañón la prisa aparece cuando la virtud de la rapidez se convierte en vicio. La misma prisa que opaca la bendita relación médico-paciente que antaño nos hacía felices y pone en equilibrio la calidad asistencial y en última instancia la salud del propio facultativo, porque como también decía el Dr. Marañón: «El trabajo sin prisa es el mayor descanso para el organismo».
Simebal, estos 4 años, va a priorizar la salud laboral del médico cuyo mayor factor de riesgo es la sobrecarga laboral que además influye de forma poderosa en el depredador Burn out médico. Ya saben, en derrota transitoria pero nunca en doma.
Artículo del Dr. Miguel Lázaro y el Dr. Ignacio García