El Carnaval da mucho juego. Te permite cambiar tu forma de ser, de vestir, de gustar o disgustar durante un rato por una especie de alter ego que camuflamos aprovechando la confusión que genera que un importante número de personas, a nuestro alrededor, hagan lo mismo. Puedes vestirte de superhéroe sin necesidad de ser el más valiente del lugar, ni el más fuerte, o disfrazarte de ladrón sin que tengas que agenciarte de lo ajeno, o vestirte de zombie sin pasar por las correspondientes horas de putrefacción y ataque del virus que sea.
El Carnaval te permite desinhibirte todo lo que necesites sin tener que justificarte. Yo me he disfrazado de muchas cosas sin que me sienta como tales. He sido, entre otras cosas, ninja, bufón, Power Ranger, escocés (con ropa interior), toro… Mi último papel fue el de Capitán América acompañado de las dos mejores Capitanas América que se puedan encontrar. No salvamos al mundo, afortunadamente, pero dimos un buen paseo jugando por un día a tener unos superpoderes que no tenemos. Aunque ellas tienen otros.
Carnaval es muy necesario. Es la posibilidad de tomarte una especie de tiempo muerto en tu rutina del día a día para darle más tiempo a lo que normalmente no harías o que quizás imaginarías, mientras te encuentras con otras personas que también juegan a ser lo que no son todos los días. Por el contrario, también hay payasos que no necesitan disfrazarse para ser payasos los 365 días del año.
Me gusta pasear estos días y ver hasta dónde llega el ingenio de la gente, descubrir qué vidas inspiran a quién y, por el contrario, cómo nos burlamos de otras existencias parodiando protagonistas con mayor o menor acierto.
Creo que, si el año tuviese algún Carnaval más, nos iría mejor. Nos tomaríamos la vida menos en serio que es la forma más seria de tomártela, y nos ayudaríamos más o, como mínimo, nos fastidiaríamos menos entre nosotros.
Un día me disfrazaré de astronauta para imaginar que no tengo pánico a volar y que soy capaz de montarme en una nave espacial. Y quizás podré comprobar si hay vida inteligente allá fuera, para las veces que dudo que haya aquí abajo.
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