Estos días se ha celebrado el Foro Económico de Davos (Suiza), donde cada año se reúnen dirigentes políticos, economistas y la élite empresarial y financiera para debatir sobre el estado del mundo.
La cuestión de la inteligencia artificial parecía llamada a monopolizar el foro de este año, sin embargo, como es lógico, los líderes mundiales también han mostrado su preocupación por el calentamiento global, la polarización social, la desinformación y los conflictos geopolíticos en Ucrania, Gaza y el Canal de Suez, entre otros. Es común que en Davos se lancen grandes mensajes que finalmente terminan quedando en nada. Del foro de este año destaco dos situaciones llamativas que, si bien es probable que también acaben quedando en nada, deberían hacernos reflexionar:
La primera es el mensaje de un grupo de más de 250 multimillonarios y millonarios a los representantes electos de las principales economías del mundo. Piden pagar más impuestos. En una carta abierta a los líderes políticos reunidos en Davos, estos ricos emitieron un mensaje meridianamente claro: «Nuestra petición es simple: les pedimos que nos cobren impuestos a nosotros, los más ricos de la sociedad. Esto no alterará fundamentalmente nuestro nivel de vida, ni privará a nuestros descendientes, ni dañará el crecimiento económico de nuestras naciones. Sin embargo, convertirá la riqueza privada extrema e improductiva en una inversión para nuestro futuro democrático común». Dudo que estas declaraciones vayan a tener efecto alguno sobre la toma de decisiones de la clase política. Pero ahí están.
En segundo lugar, también ha sido llamativo el duro ataque que la actual presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, ha lanzado contra los economistas, acusándoles de tener «fe ciega» en unos modelos que a menudo tienen poca conexión con la realidad. Lagarde también sugirió que los economistas constituyen una «camarilla tribal» cuyos modelos descartan en gran medida la posibilidad de fenómenos como pandemias, eventos meteorológicos extremos inducidos por el cambio climático, o escasez repentina de suministros, todo lo cual ha afectado gravemente a la economía europea en los últimos años: «Son en realidad una camarilla tribal (…) Se citan unos a otros; no van más allá de ese mundo, se sienten cómodos en él (…) Si tuviéramos más consultas con epidemiólogos, si tuviéramos científicos sobre el cambio climático que nos ayudaran con lo que está por venir, si consultáramos un poco mejor con los geólogos, por ejemplo, para apreciar adecuadamente qué tierras y recursos raros existen, creo que estaríamos en una mejor posición para comprender realmente estos desarrollos, proyectar mejor y ser mejores economistas». Lagarde, pese a ser abogada de formación, lleva media vida trabajando con economistas (anteriormente fue ministra de Economía en Francia y directora del Fondo Monetario Internacional), por lo que sabe bien de lo que habla. Seguramente a la profesión le entre por un oído y le salga por el otro la dura crítica recibida por parte de la máxima autoridad económica de Europa. Pero ahí está.