En casa tengo una zona de confort (esa de la que conviene salir de vez en cuando). A veces, en el exterior hace frío, tormenta o un viento que despeina el poco pelo que me queda. Pero no es conveniente encerrarse en uno mismo ni en casa, aunque las cosas que ves te produzcan desazón, indignación o desconcierto.
Al pertenecer al reino animal, muchos adjetivos de ese reino también pueden encontrarse en especímenes humanos. Es fácil toparse por la calle con alguien rapaz, depredador, carroñero o parásito. Da igual su sexo o clase social. También los rituales de apareamiento o el instinto de supervivencia tienen su manifestación a nuestro alrededor. Hay los que se pavonean y se creen muy listos. Saber mucho sobre algo, por ejemplo, no significa que puedas pontificar sobre todo. Puedes decir que no eres creyente, solo racional, pero comprar lotería o ser más dogmático que un ayatolá. Ser una eminencia en tu especialidad científica, pero demostrar que eres un zote en política o en habilidades sociales.
El mundo que conocemos no siempre es limpio y puro. Tiene mucho de inmundo. Debemos procurar huir de la inmundicia y luchar contra la maldad y la miseria, aunque sin mejorar la educación o la cultura será misión imposible.
No despreciemos las cifras ni las letras. Las personas cultas saben de su importancia. Se puede pasar de ser el número 1 a ser un 0 a la izquierda o, equivocando una letra, cambiar la suerte por la muerte.