Día de aeropuertos. Filadelfia, USA. Volvemos de un viaje de diez días en el que nos hemos empapado del tradicional (y notoriamente anticipado) ambiente navideño de Nueva York. Observo el trajín de viajeros y equipajes y me llama la atención el maremágnum de cables y cargadores que surgen de algunas maletas. Me sonrío, porque soy de los pocos náufragos tecnológicos que aún respira asistido por la compañía de un libro…
Otrosí: El compañerismo. Han sido diez días compartidos por un grupo aleatorio de viajeros que al concluir nos despedimos en un mar de abrazos y promesas de futuros reencuentros. La organización de la agencia menorquina ha sido perfecta, en buena parte gracias a la entrega y talento organizativo del entusiasta guía Xavi, pendiente siempre de todos los detalles y especialista en paseos de «diez minutos», inexorablemente elásticos.
El objetivo del viaje. Hablaré solo del mío: superar el hándicap viajero provocado por la pandemia, y no me refiero al terrible, aunque necesario, confinamiento, sino a otro tipo de impedimento de tipo psicológico que me hizo sentirme mayor para estos trotes y/o temeroso de alguna calamidad cósmica. En otras palabras, la pandemia había acobardado al hasta entonces metódico viajero (una vez al año no solía hacer daño).
La estampa: Nuestro pequeño autocar circulando en la resplandeciente noche neoyorquina entre los puentes de Manhattan y Brooklyn, mientras Frank Sinatra desgrana por los altavoces su mítico New York, New York. La imagen quedará grabada indeleblemente en nuestra memoria. Solo faltaron a la cita Woody Allen y Diane Keaton, pero tuvimos a la indómita ciutadellenca Sita, a los alegres santclimenters Biel y Gari, al revoltoso Marcel, a la dama solitaria Carmen, y todo un elenco de nuevos amigos que no caben en este limitado espacio, pero sí en nuestro corazón…
El colofón: Parada y fonda en Washington DC para echarle un vistazo a la Casa Blanca y monumentos adyacentes ( bélicos en su mayoría), así como catar su famoso pastel de cangrejo, e infligirle un exorcismo a ese Capitolio ultrajado por las hordas trumpistas, que volverán como las oscuras golondrinas. Se ve, se siente, Trump sigue presente… Como Tom Hanks y Bruce Springsteen en nuestra breve visita final a la histórica Filadelfia.
4-XII-23 lunes
Gestión del jet lag, ese soñoliento fantasma de los viajes transoceánicos, y cómo no, vuelta a la normalidad de las mil burocracias pendientes, entre ellas la revisión del rimero de ejemplares de «Es Diari». Me quedo con el artículo de Josep M. Quintana en nuestro diario insular. Escribe nuestro amigo jurista que «Les paraules no són innocents», y se refiere a la escalada verbal de la derecha desde el día siguiente a las últimas elecciones generales. Dice JMQ: «El que podia haver estat un emprenyament comprensible, una rebequeria que, en refredar-se els ànims podia anar decaient, s'ha convertit en un clam, un atac frontal que va més enllà del que és políticament acceptable, frega la irresponsabilitat i pot tenir conseqüències, perquè les paraules, quan pugen de to, quan no es mesuren, poden acabar produint una tragèdia».
Chapeau, Josep.
5-XII-23 martes
Repaso los apuntes y compruebo con desazón que ni siquiera de viaje transoceánico puede uno librarse de la porno política española secuestrada por el griterío y la sinrazón. Ojo a la conferencia del exministro de Aznar Jaime Mayor Oreja ante unos chavales de un colegio concertado: «España está en caída libre por un plan suicida cuyo capitán general es ETA…». Sin comentarios.
6-XII-23 miércoles
Día de la Constitución. ¿Aprenderemos algún día a respetarnos como ciudadanos constitucionalistas?
7-XII-23 jueves
Difícil selección de una fotografía viajera para ilustrar este dietario recopilatorio de impagables sensaciones… Esos norteamericanos felices de haberse conocido (con razón: con sus luces y sombras conforman un gran país), su deplorable y cara gastronomía, su culto al dinero y a los fastos navideños, que empezaron el mismo día de acción de gracias (y de desgracias para los pavos), sus películas universales, su peculiar comunidad amish, a la que visitamos, aferrada a las tradiciones y su rechazo a la tecnología (abominan incluso de la electricidad, con todas sus consecuencias), de su consumista y eficaz invento del black friday, su indescifrable y leonino sistema de propinas, sus paradigmáticos rascacielos, en permanente renovación, pero sobre todo la indeclinable grandeza de una ciudad orgullosa, inconmensurable, fascinante.