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Esto de las redes ha cambiado mucho, como tantas otras cosas. Recuerdo que cuando yo bajaba a pie la cuesta de Sa Quintana, en Ciutadella, me sorprendía el olor a marisco de las redes que los pescadores tenían tendidas al sol. Ocupaban buena parte del muelle, frente a lo que entonces era el café de can Bomba, hoy un conocido restaurante. Todavía había algas prendidas en las redes extendidas al sol, y algún viejo pescador que las zurcía, penosamente inclinado hacia la tierra. Seguramente por eso, por la dureza del trabajo de los viejos pescadores, mi amigo Joan López se puso el seudónimo de Pere Xerxa, porque entre nosotros las xarxes siempre fueron xerxes, igual que las «guitarras» siempre fueron guiterres. Hoy las redes son otra cosa. Lo mismo que antes trabajábamos para ganar «una peseta», ahora lo hacemos para ganar «un euro». Todo ha cambiado, las redes son «informáticas» y para formarlas se necesita hardware, software –palabrejas difíciles para el común de los humanos– y protocolos (no veo que se precise ningún viejo pescador para remendarlas). Las redes más conocidas son las llamadas «redes sociales» a las que se puede tener acceso fácil con la propagación del uso de los móviles. Sirven para relacionar a amigos y familiares, y literalmente a todo el mundo. Entre las redes sociales más conocidas, las que más me suenan, encuentro Facebook, Youtube, Whatsaap, Messenger, Instagram, Linkedin, Twitter, Telegram, Spotify, Google+, etc. Pero lo cierto es que existen muchísimas, son numerosísimas, cuantiosísimas y aún más. Es como lo de la condena a cien años y «un día», nadie sabe cuándo se cumple ese día, o como los días que tardó Dios en hacer el mundo, que no debían de tener principio ni fin.

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Ya ven, antes uno tenía que rogar a una moza el privilegio de que le concediera un baile, con el permiso de su madre, ahora se le manda un Whatsaap. Antes –no hace tanto—se compraba un disco single con la última canción de moda, y la lista de éxitos se regía por «los más vendidos», ahora la canción se escucha en Youtube o Spotify y el cantante gana en suscripciones o a lo mejor hasta en bitcoins, que debe de ser algo así como «dinero invisible». No sé quién me preguntó no hace mucho si tenía Bizum (que dicen que es una forma fácil, rápida y segura de enviar y recibir dinero) y como que pronunció «bisum» y yo que ya estoy un poco sordo entendí pixum (que significa algo así como «charco de meado») me lo quedé mirando un buen rato.