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Los que te despeinan además del cabello las ideas si los tienes, cabellos e ideas quiero decir. El cabello se arregla con un buen peinado, pero las ideas cuestan más porque cuando se te alborotan por dentro son difíciles de reconstruir y que ocupen el lugar que tenían.    Porque tú    puedes tener las ideas claras, pero siempre aparecerá en tu tranquila vida ese puñetero moldeador de neuronas intentando convencerte de que estás equivocado.   

Los vientos también te reconducen, quiero decir que te llevan por los caminos que ellos quieren, porque tu sales atravesando un paso de cebra y ellos, sobre todo si es un norte enfurecido, pueden enviarte de nuevo a la acera de enfrente.    También barren todo aquello que el personal de limpieza callejera no ha visto o no ha querido ver, trasladando la hojarasca    de un lugar a otro y si tienes las clavijas del coco algo sueltas, cosa que ocurre a más de uno y a más de cien, la empanada mental suele ser de órdago. Yo no salí    de casa la mañana del jueves pasado porque no me apetecía luchar ni echarle un pulso a esas rachas fuertes de viento.    Si salgo es para ir a puntos fijos y donde yo quiera, no donde me lleven.    Además los pocos conocidos te pasan de refilón cabizbajos como si buscaran monedas perdidas y semi enterradas entre colillas mal fumadas en los bordillos de las aceras y encima, hay quien te suelta un buenos días como si estuvieras en plena primavera, claro síntoma de despiste.