Estamos en una situación en que los horrores aumentan de día en día. Algunos han sido por causas naturales, como los terremotos en Marruecos, Libia y Afganistan. Otros por culpa de los humanos como las guerras. Teníamos la guerra de Ucrania que nos daba muertos diarios, pero ahora empezó la guerra entre Israel y Palestina que ha multiplicado el número de muertos.
La guerra de Palestina no es que haya empezado ahora lleva muchos años que se va desarrollando en tono menor y sin esperanza de que pueda haber un diálogo que arregle el problema. En el gráfico adjunto de la ONU se puede ver como ha habido incidentes constantes entre 2008 y 2023 con gran coste de vidas humanas. En estos años y a consecuencia de ataques murieron 6.407 palestinos y 308 israelitas.
Pero podemos remontarnos varios milenios y encontrar conflictos en la misma zona entre Israel y diferentes pueblos. Como según la Biblia esta tierra fue prometida a Abraham y sus descendientes, esa es la justificación que se ha usado en todas esas guerras. Si nos vamos a finales del segundo milenio antes de la era común, nos encontraremos con la guerras de los israelitas conquistando Canaan, la antigua Palestina, la tierra de leche y miel.
Uno de los momentos claves en la conquista de Canaan fue la destrucción de Jericó. Según el libro de Josué capítulo 6, Dios, además de darle instrucciones a Josué de cómo derribar las murallas de Jericó, le comunicó: «la ciudad será consagrada a Yahveh con todo lo que hay en ella. Solo Rahab quedará con vida con todos los que están con ella en su casa». Más adelante, cuando ya había acabado la lucha, se agrega que los israelitas «consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos, al filo de la espada». Aniquilación total de todo ser viviente en Jericó.
No hay información histórica para saber si la descripción que da la Biblia de la conquista de Jericó es cierta, pero lo que sí está claro es que quienes escribieron la Biblia pensaban que Dios les había dado la orden de destruir todo la población canaanita. Esta mentalidad aún sigue entre los grupos ultra-ortodoxos judíos y que los politicos de Israel, lo crean o no, lo usan para justificar sus acciones frente a su pueblo. La justificación divina de un genocidio.
Al otro lado de Israel, los islamistas extremos también creen en su salvación cuando mueran luchando contra los infieles. Esto sirve de base para reclutar miembros en los grupos terroristas como Hamás. Morir matando es el camino hacia Dios para ellos. Ya hemos visto cuantas muertes han causado y siguen causando estos grupos terroristas.
A cada lado de esta guerra Israel-Palestina están los extremistas religiosos. Todos ellos creen que hay un solo Dios, con lo cual parece que sería fácil ponerse de acuerdo y servir a ese único Dios, pero no. Para cada lado, su Dios es el único Dios verdadero. Mientras los que realmente sufren son los ciudadanos normales que quieren vivir sus vidas en paz. Pero eso no importa a quienes dirigen esos ataques.
El ataque terrorista de Hamás a Israel es un acto que merece castigo ya que causó muchos daños y muertes a ciudadanos israelíes, pero la respuesta de Israel a ese ataque es totalmente inaceptable, está causando un desastre en la población civil de Gaza y más que un castigo por el ataque de Hamás, es un genocidio. Esta cruel reacción del gobierno de Israel me recordó desde el primer momento el ataque de Josué a Jericó como está contado en la Biblia. Son crímenes de lesa humanidad.
Los países occidentales deberían hacer todo lo posible para parar esa guerra. Se debería enviar ayuda humanitaria a Gaza y ayudar a sus habitantes a recuperar sus vidas. Además se debería parar la producción y venta de armas de una vez que es otra fuente de todas esas guerras. Es horrible estar contemplando los desastres de Gaza y no poder hacer nada.