¿Cómo están queridos lectores? ¿Tienen un día de esos de comerse el mundo y de afirmar categóricamente que los 50 son los nuevos 30?, o por el contrario ¿tienen el ánimo del tipo «un día eres joven y al otro estás haciendo cola en el Mercadona cinco minutos antes de que abran porque después tienes mucho lío y no te da la vida?». Por cierto, he sumado a mi lista de expresiones que no soporto la siguiente: «no me da la vida». A ver, si vives en Palestina sufriendo el genocidio del gobierno de Israel (es la locura que no cesa), se acepta, e incluso si te partes la espalda a currar para llegar malamente a fin de mes, también se acepta; ahora bien, como seas uno de esos pijos cuyo mayor problema es si te compras el coche eléctrico o híbrido, ahórrate la frasecita y a nosotros el bochorno. Porque si la vida no te da, es que llevas una vida equivocada. No eres más valioso socialmente por ir todo el día con la lengua fuera para que la gente te piropee por lo currante que eres. Si lo tienes todo, querer más es de idiotas. Si vives para la gente es que le has vendido tu alma a Instagran.
Y hablando de expresiones, hay una antigua que, por lo que sea, me ha venido a la mente como colleja voladora va a nuca, «con la Iglesia hemos topado amigo Sancho». Parece que esta frase se le atribuye a Cervantes, ya que, con alguna variación, aparece en el capitulo IX de «Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha»(1615). Sea como fuere, no nos pongamos culturetas y dejemos a historiadores y filólogos que hagan su curro, la expresión viene a significar que hay un momento dado que nos damos de cara con el poder ya sea gubernamental, militar, religioso, etc. y a partir de ahí poco más podemos hacer.
Es un «hasta aquí hemos llegado», has tocado un poco los pies a los poderosos y nos hemos echado unas risas contigo, pero como sigas por ahí nos vamos a hacer un Pablo Escobar y te vamos a ofrecer «plata o plomo», o que narices, de plata nada, plomito del bueno y se acabó la ópera bufa de querer hacer las cosas fuera de las leyes de un dios, ¿ cuál?, no sé, el que sea pero que tenga muchas iglesias, templos, sinagogas o mezquitas, porque, como el aloe vera, cuantas más propiedades tienes más poderoso eres.
Vale, vamos a respetarnos todos, pero estarán conmigo en que se han hecho muchas atrocidades en nombre de los dioses y en cambio no se conoce en la historia un grupo de radicales ateos que hayan atentado con bombas al grito de ¡ateísmo!, o que hayan promovido guerras en nombre del ultraortodoxo ateísmo, o que hayan hecho pagar impuestos a los creyentes para pagarse sus centros de reunión de ateos, o que alzando la bandera de su extremo ateísmo quieran obligar a los demás a dejar de creer en sus dioses con el uso de la violencia. El partido del respeto debería estar empatado, pero obviamente unos pierden por goleada. Claro que ser ateo no es sinónimo de ser buena persona, como ser creyente tampoco lo es, que quede claro para que no se líen los de piel fina.
Así que en nombre de la respetabilidad con mayúsculas exijo que se me muestre deferencia cuando hablo de mis divinidades, ya sea el Cholo Simeone, ya sean las cervezas Grahame Pearce, ya sea nuestra bella Menorca, ya sea la tortilla de patatas con cebolla y un pimiento verde frito encima, ya sean los Led Zeppelin, ya sea Diógenes de Sinope (el mejor de los cínicos), ya sea la familia y los amigos, ya sea mi deseo de que nadie, por raro que quiera ser, sufra discriminación ninguna. Lúpulo y feliz jueves.