Malentendidos
Probablemente, España es un malentendido histórico. Se nota a diario, década tras década, por las feroces diatribas y grescas que provoca el mero hecho de nombrarla, y la colosal complicación de investir a un presidente, cosa que a su vez obliga a tremendos disparates semánticos y políticos, en los que ninguna palabra significa lo que significa. Cuando algo exige tal cantidad de palabrería, y ni así funciona porque nadie sabe de qué está hablando, es que se trata de un malentendido. Borges aseguraba que la fama literaria era un malentendido, lo mismo que las metáforas y acaso también la literatura en general. Incluyendo los famosos relatos políticos, ese malentendido publicitario. La publicidad es el malentendido por excelencia, y quien dice publicidad dice el lenguaje, y el bien y el mal, y la psicología, y el alma humana. Malentendidos hay a centenares, todo son malentendidos. Las identidades, las patrias, hasta el amor suele ser un malentendido. Y España, íbamos diciendo. Pero si España es un malentendido, Catalunya es otro, igualmente secular y laberíntico, donde todos los senderos se bifurcan por seguir citando a Borges. De ahí que según me entero, el grave problema de avanzar con la amnistía es que modificaría oficialmente el relato del ‘procés', dejándolo en simple malentendido.
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