Ha sido difícil este pasado 8 de marzo identificarse con esas manifestaciones feministas, políticamente dirigidas, que han logrado dividir cuando lo que se necesita es unidad en el camino de una larga y legítima reivindicación de las mujeres, la de lograr igualdad de derechos, formación, libertad, independencia económica y una vida sin opresión, algo para lo que todavía queda mucho en todo el mundo. Un camino que cada una, a nuestra manera, vamos desbrozando para abrirnos paso y que puedan transitarlo las que vengan detrás, como muchas otras lo hicieron antes, porque es lento y complicado avanzar y muy fácil y rápido retroceder en cuanto se baja la guardia.
Muchos (y muchas) siguen empeñándose en pensar por todas, tanto hablar de mujeres en tan poco espacio de tiempo para pasar página en 24 horas pone en riesgo el significado de este movimiento, el feminismo se convierte en otra palabra gastada, hueca. Y sin embargo hay que seguir. Poniendo fin a la violencia contra las mujeres, si es necesario corrigiendo leyes bienintencionadas que rebajan penas a sus agresores; recortando la brecha salarial, que en Menorca hemos sabido que es superior a la de las otras islas; avanzando en la conciliación real, que no quede en una simple promesa, porque ahí la mujer encuentra la vía para realizarse como profesional sin renunciar, si así lo elige, a ser madre también; dando valor a su trabajo en el hogar y como cuidadora, porque lo tiene y es elevado. Sin criminalizar a hombres que son padres, hermanos, hijos, compañeros de vida y viaje, pero cambiando mentalidades desde la educación.
Después de un Día de la Mujer que solo ha servido para su utilización política, me quedo con los avances de aquellas que no se rinden y logran objetivos que beneficiarán a una mayoría. Una jueza dictaminó que una mujer deberá ser indemnizada por sus 25 años de trabajo doméstico, al cuidado de los hijos y en apoyo del desarrollo profesional y económico de su ya exmarido. Dinero y reconocimiento, activismo del día a día, sin pancartas, pero efectivo.