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Una persona enfadada, crispada, decepcionada y cabreada tiene toda su capacidad de razonar centrada en aquello que le está hinchando las narices y, por tanto, es más factible que pase por alto otros temas. Otros aspectos que quizás son más importantes, pero se diluyen al entrar en contacto con el susodicho motivo del mosqueo. Y claro, eso hay quien lo aprovecha en su beneficio. ¿Te has fijado? Ahora el nivel de enfado y de enfrentamiento del personal es alarmantemente desproporcionado. Y hay quien lo alienta interesadamente para disimular otras cosas.

En los últimos tiempos se ha instalado una especie de necesidad de maquillar problemas, debates y luchas enfrentando a los protagonistas con más peso que con el interés o las ganas de solucionar el enfado. Los de derechas contra los de izquierda, las mujeres contra los hombres, los vegetarianos contra los amantes de la carne… Los del Barça contra el Madrid. Existe una corriente cada vez más establecida entre los generadores de argumentos en la que el objetivo es motivar el cabreo, el rechazo y la confrontación en lugar de buscar la tolerancia y la coexistencia.

Han descubierto esos mismos individuos que es mucho más fácil enfadar que tratar de solucionar y, además, mucho más beneficioso para sus intereses, dándoles igual que toda esta crispación acabe debilitando la convivencia en una sociedad y perjudicándonos a todos en general.

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Fíjate, ahora impera más el insulto y la desacreditación o el ataque directo que el intercambio de argumentos. Brilla más por su presencia el lamentable espectáculo y el todo vale de algunas escenas que vemos por la televisión de lo que destaca por su ausencia la mínima necesidad de llevarnos bien. Y es muy triste ver que nos manipulan para que sigamos enfadados y enfrentados para que no reparemos en otras cosas.

Si todos nos llevásemos bien aun teniendo nuestras diferencias, todo iría mucho mejor y a lo mejor la empatía brillaría más, sería más fácil ponernos en la piel del otro y entender que no hace falta ni tener la razón ni no tenerla. Porque, además, fíjate como la sociedad se ha vuelto un lugar más triste, menos humano y menos cálido.

Dicen que dos no se pelean si uno no quiere. Pero si al tercero en la discordia le interesa que lo hagan, ten por seguro que se acabarán peleando.

Ojalá nos diésemos cuenta de que tenemos un mundo genial por descubrir y una vida espectacular por vivir y disfrutar. Tanto los que se pelean, como los que quieren que sigamos peleados. Porque la vida es corta y, además, pasa muy rápido, y las discusiones, la mayoría de las ocasiones, son de las mayores pérdidas de tiempo. Ojalá quisiéramos tener menos veces la razón y no tener la razón más veces.