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Lo que haces, ¿te hace feliz? Ya, te sonará a charlotada barata de sábado por la mañana. Lo sé. Pero, por un momento, tómatelo en serio, por favor. ¿Eres feliz con tu trabajo? ¿Te satisface el ritmo de vida que llevas? ¿Disfrutas con la versión de ti mismo o fantaseas con otras en las que consigues cosas que ahora mismo no puedes casi ni imaginarte? Lo sé, puede que te esté amargando el café. No lo siento.

Si quieres y no tienes la cabeza para complicaciones existenciales, te planteo un juego muy fácil. A lo largo de este sábado analiza las personas con las que te vas a cruzar. O durante la semana. Fíjate en su actitud, en cómo andan, en cómo trabajan, en cómo hablan… Fíjate bien e intenta ver más allá de lo que ves a simple vista. Lee entre líneas. A medida que te vas encontrando gente, colócalos entre los que parecen felices y satisfechos y los que tienes tus dudas. No es lo mismo decir que eres feliz o que estás satisfecho que serlo y sentirlo. ¿Lo ves?

Puede sonar egoísta que a alguien que puede que no conozca le pida que haga un ejercicio tan complejo, pero no lo hagas por mí, hazlo por ti. Analiza cuántas personas de las que vas a ver están en una lista o están en otra. Luego, pregúntate «¿Y yo, en qué lista estoy?».

Puede que este no sea el mejor lugar para comentarlo, ni el momento, pero sí que puede que sea el momento más importante de la vida para que te lo cuestiones porque mientras dudas de si estás en el grupo A o en el grupo B, la vida se va consumiendo a un ritmo frenético. Y duele.

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Te mereces ser feliz, no tengo dudas, aunque desde el principio hasta ahora hayas podido tomar decisiones que puedan hacer que te lo cuestiones. Todos nos equivocamos, y a diferentes niveles. Pero nos equivocamos todavía más si pensamos que vale más quedarse como estás por comodidad, por miedo o por no molestar, que buscar algo que puede que nos cambie la vida para bien.

No, la solución a lo tuyo no pasa porque el lunes dejes el trabajo y te largues a dar la vuelta al mundo con la mochila vieja que llevabas en el instituto. Pero quizás pasa porque te plantees «¿y si lo hago?».

Insisto, no quería amargarte el café, ni el donut o la tostada. Solo quería compartir contigo un juego porque vale más la pena un mal trago de café que una vida atragantada.

dgelabertpetrus@gmail.com