Alguien que roba es un ladrón, del mismo modo que alguien que mata es un asesino, otro que engaña es un embaucador y el que estafa es un estafador. Las apreciaciones específicas de cada caso pueden hacer que discutamos acerca de la gravedad de los actos de cualquiera de los ejemplos que he puesto al principio, aunque sin que el significado cambie, a no ser que tengamos una sobredosis de tontería en formato populista y nos dé por tergiversar a nuestro antojo no solo las palabras sino también el correspondiente significado.
Un gilipollas, independientemente de su ideología, idioma, raza o identidad sexual o genital, es un gilipollas. Por muy buena persona que nos parezca el vecino del quinto G, si siendo presidente de la comunidad de vecinos se agencia del dinero de la comunidad, es un ladrón. Buena persona, sí, pero un ladrón. Por muy gran profesional que seas, si te sacan de tu puesto y te birlan tus responsabilidades, te han echado. Se ponga como se ponga la ministra de turno intentando maquillar lo obvio.
Una de las últimas cosas que se han puesto de moda es inventar palabras, y si no cuela, inventarse el significado. Viene muy bien, por ejemplo, cuando te quieren mentir, pero en lugar de decírtelo, te maquillan la mentira cambiándole el sentido para que te parezca todo lo contrario. Un ladrón que roba, por muy buenas intenciones que tenga, es un ladrón, aunque mientras robe sonría. Una persona que priva de la libertad a su hijo durante más de dos años cuando la justicia demuestra que se ha inventado los peligros de los que intenta convencer a la sociedad que protegía al menor, es una secuestradora, no es ninguna heroína. Por mucho que aquellos que en su momento la defendieron, ahora lleguen incluso a indultarla en favor del feminismo. Y, evidentemente, nos quieran hacer creer que el feminismo está por encima de la ley incluso hasta este punto.
Pero bueno, no sé por qué me sorprende si viene de los mismos que nos quieren convencer de que los terroristas son gente de paz, los independentistas son gente conciliadora y que todo el que no piensa como ellos, ellas, elles, ellis y ellus es un facho, facha, fache, fachi y fachu. Porque si nos quieren tratar como a idiotas, y nos dejamos tratar como idiotas, seremos idiotas. Aunque luego aparezca alguien de sonrisa fácil, nómina desproporcionada, méritos cuestionables, vehículo oficial y niñera de cargo público que nos quiera hacer creer que debemos alegrarnos de ser idiotas porque es un nivel de iluminación social al alcance de muy pocos privilegiados.