¿Y tú, qué buscas cuando viajas? Te escribo estas líneas desde un lugar perdido llamado Tortellà, en mitad de la nada y a 200 metros, en la tercera salida de la rotonda de «vete tú a saber dónde». Estoy tan lejos que el GPS tiene que pedir ayuda para encontrarse y para encontrarnos.
He partido sin misión oficial con un grupo de colegas en busca de la calma, de las risas, de los pequeños detalles y de las grandes sobremesas. Además, hemos huido de la cobertura y todo lo cotidiano, tratando de encontrar nada y la más absoluta de las nadas. Tenemos piscina, eso sí, pero los -3º que marca por la mañana quitan un pelín las ganas de nadar.
Me encanta viajar sin buscar nada porque es cuando más encuentras. No tener ninguna obligación durante 4 días más allá de dar alguna protocolaria señal de vida te permite hacer lo que te sale de la nariz. Todo lo que no puedes cuando las obligaciones y la rutina se alían para quemar las horas, los minutos y los segundos mientras los días pasan a una velocidad endiablada.
Hacer nada te permite disfrutar de todo. No «tener que» y cambiarlo por «querer que» hace que el tiempo pase al ritmo que te dé la gana aunque la mayoría de veces, también es cierto, se consume el tiempo a un ritmo frenético. Y qué delicioso es ni hacer nada ni mucho menos tener que hacer algo.
Como te decía, muchas veces a nuestro día a día le sobran cosas y le faltan nadas. Cambiaría la mitad de lo que hago por el doble de lo que no haría. Y me imagino que todo lo vería con otra perspectiva. Te he comentado algunas veces que el tiempo es lo más caro que tenemos y a la vez lo más importante. A veces nos falta tiempo y pensamos que ese es el problema cuando en realidad lo que pasa es que nos sobran cosas.
Amigo lector, te voy a ir dejando, que tengo nada que hacer y entre lo poco que a ti te interesa que te lo cuente y la mucha pereza que me da hacerlo, quedamos, si acaso, que ya hablamos. Que te digo cosas. Que un día de estos nos vemos y nos ponemos al día. Me entiendes, ¿no?
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