A veces olvidamos la importancia que tiene guardar silencio ni que sea durante 60 segundos donde cada vez hay más ruido y más ganas de hacer ruido. Porque nos hemos acostumbrado a callar menos de lo que deberíamos, y a hablar más de lo que necesitamos, sobre todo en temas banales. El peso de ese minuto callado es tal que lo hemos convertido en señal de protesta, de duelo, de homenaje, de respeto. Porque hay silencios que dicen mucho más que el montón de palabras que lo preceden. Y lo dice mejor.
El silencio duele, pero también hay silencios que alegran. El silencio no tiene una duración exacta porque los hay de 60 segundos que pasan volando y otros de apenas 3 segundos que se hacen eternos.
Un silencio a tiempo evita muchísimos problemas, pero también es cierto que un silencio impuesto valla demasiadas injusticias. Un silencio habla sin decir nada y dice todo lo que necesita sin hablar mucho. O nada.
Al silencio se le tiene miedo y respeto porque hemos llegado a no comprender una vida o una existencia sin hablar o sin hacer ruido. Pero a la vez, una persona que no dice nada durante un periodo de tiempo nos despierta curiosidad y atracción. Por ejemplo, no nos paramos a analizar el ruido, el bullicio o el ambiente que nos rodea cuando paseamos por la calle más transitada de nuestra localidad. Sin embargo, cuando nos encontramos con un silencio aterrador, desgarrador o simplemente silencio, nos preguntamos a qué se debe, cuál es el motivo.
Hay silencios que traen consigo desgracias y, lamentablemente son mayoritarios, como hemos podido comprobar este 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, y otros silencios que echas de menos o que desaparecen cuando llega un nuevo miembro a la familia y lo pone todo patas arriba.
En una sociedad tan ruidosa en la que cada vez es más fácil subirse a un atril -real, ficticio o virtual- es importante darle el valor que se merece a un minuto de silencio. Vamos camino a situaciones cada vez más ruidosas y estridentes, y poderse aislar de todo eso en un rato de silencio es un privilegio.
Y aunque le dé tanta importancia a la falta de ruido, ojalá no tengamos que volver a guardar esos desgarradores 60 segundos de silencio por nadie, ni el próximo 25 de noviembre, ni ninguno de los 365 25 de noviembres que tiene un año.
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