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La vida es cuestión de prioridades, de saber elegir entre una opción y otra, o las que sea, y aceptar las consecuencias de esa decisión. Esa elección no está libre de pecado y en muchas circunstancias lleva a otra decisión y luego a otra, y a otra y ya me entiendes. Por eso tienen tanta importancia las prioridades porque marcan un camino en el ámbito en el que le afecte. Y a veces es importante analizar hasta dónde nos ha llevado una elección para saber si es el camino adecuado o, por el contrario, nos puede salir caro. Hasta que alguien con dos dedos de frente y cierta capacidad de mando no dé un golpe de timón, nos vamos a la deriva. Dime, a ver qué te parece y qué prefieres. ¿A ti te gustaría más que te dieran una subvención o ayuda o que mejoraran las condiciones para encontrar trabajo? ¿Qué prefieres, que te den 400 euros para gastar en cultura o que reduzcan el IVA de los teatros, por ejemplo? Si tuvieras que elegir, ¿prefieres que se repartan ayudas para acceder a la vivienda o que mejoren el escenario para que los propietarios confíen más en poder alquilar sus propiedades y bajen los precios? A mí me parece que tenemos un problema de prioridades. Si nos lo jugamos todo a una sociedad que espera que le caigan las ayudas desde el cielo o desde la Moncloa, poco va a hacer por esforzarse y cada vez más le exigirá al que concede la ayuda. Al margen del carácter, también será un problema de actitud, de aptitud y económico, porque la broma nos saldrá cada vez más cara. Si nos proponemos como objetivo mejorar el escenario en el que vivimos para que no tengamos que depender de las limosnas estatales por sistema, viviremos mejor. Ojo, hay casos y casos, y las ayudas pueden ser necesarias.

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Ojo, las ayudas en casos puntuales son necesarias e imprescindibles, claro, pero no tienen que ser la solución. Si a mí como individuo se me vende que necesito de la caridad política o administrativa para subsistir no me están haciendo un favor, me están insultando, están poniendo en duda mis capacidades y me están menospreciando. Hay gente a la que le da igual, claro, porque ya le viene bien que le arreglen los problemas. Si cada vez cuesta más contratar a una persona dentro de un colectivo, mejora las condiciones, las prestaciones y las ventajas para que las contraten las empresas, no los trates como a productos inútiles con fecha de caducidad a los que ir manteniendo con migajas. Pero claro, eso requiere valentía y trabajo, y no tengo claro que los que mandan tengan de lo primero ni ganas de lo segundo. Si la propiedad fuese hacer lo necesario para que la sociedad tenga derecho a una vida, un trabajo y un hogar dignos, rebajaríamos la dependencia de las subvenciones y mejoraríamos como sociedad. Cuestión de prioridades, nos prefieren vulnerables.