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Desde la ventana de la habitación en la que estoy ahora mismo escribiendo estas líneas veo el mar. Está lejos, o bueno, tan lejos como pueda estar una casa del mar en Menorca. Relativamente lejos si comparo, por ejemplo, con alguna ventana de Madrid, claro. El caso es que desde que vivo en esta casa pocas veces he disfrutado como lo estoy haciendo ahora de mis vistas. Veo parcialmente la bocana del puerto, Sa Torre d'en Penjat y parte del extinto club deportivo de San Carlos. Además, a las 17.33 de la tarde el sol está bañando todo lo que llega hasta el mar con un dorado que, culpa del viento, es más optimista que caluroso. Es viernes de una semana que, personalmente se me ha hecho más larga de lo normal. La primavera altera la sangre, sí, y también todo lo demás para que se empiecen a organizar y a llevar a cabo cosas que buena falta hacen para ir, de una vez por todas, hacia la nueva ‘nueva normalidad' que es como la antigua ‘nueva normalidad' que se anunció con más prisa que acierto, pero esta vez, parece, de verdad. Necesitamos algún aliciente que nos recuerde que este mal sueño tiene fecha de caducidad, al menos para los que todavía estamos de pie. Mi aliciente de esta tarde es contemplar como el sol se va apagando poco a poco, con la parsimonia propia de la primavera, mientras comparto contigo un rato de tu sábado que por estos lares anuncian lluvioso y feo. Es injusto que después de un viernes primaveral nos toque un sábado invernal. Es incoherente e ilógico. A ver si con un poco de suerte se cumple el enésimo error en la predicción del tiempo y prolongamos este bienestar que revitaliza cuerpo y mente. ¿Qué te iba a contar hoy? Pues la verdad, nada en concreto. Me he propuesto compartir una reflexión, una idea o la interpretación con el correspondiente intento gracioso de algún hecho que haya pasado estos días.

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Poco se me ocurre más allá del Super Gatillazo que ha servido en parte de mofa y en parte para encabronar a un montón de gente. Hoy es el día después del día en el que nos convencemos de que vamos a leer más. Hemos dado el primer paso, el de comprar un libro y dejarlo relativamente cerca. Ahora falta dar el segundo, el de abrirlo y leerlo, algo que para algunos se antoja más complicado que tratar de organizar una Superliga de fútbol. ¿Eh, Floren? Pero desde mi ventana el mar se ve fantástico. Me imagino, ya en verano, disfrutando de Elsa de Addaia, la joya que mis amigos de Náutica Puig me alquilan cada verano, supongo que sin estar vacunado aún y deseando que el otoño tarde lo máximo en llegar. Porque el último invierno se ha hecho especialmente largo y duro y temo que la primavera y el verano duren lo mismo que la Superliga. Súper nada.