Tenemos mal enfocada la lista de prioridades. Por ejemplo, somos capaces de inventar una nave espacial, enviarla al planeta Marte, que nos envíe fotos, recoja muestras y regrese a casa, y todavía no hemos descubierto la pizza saludable o el menú de hamburguesa, patatas y refresco que ni engorda ni te dispara el colesterol. ¿Verdad?
Yo como, luego existo. Y luego todo lo demás. Hay gente que come para poder sobrevivir y yo como forma de vida. De hecho, me pego una burrada de kilómetros corriendo a la semana para compensar porque ya se sabe que el universo busca el equilibrio constante entre el gim y el ñam, y los chacras por muy espirituales que sean, no le hacen un feo a un buen solomillo con sus patatas y un flan. La obsesión de hoy en día en reducir las comilonas a formato barritas o batido se contrapone con lo bonito que es un buen bol de pasta con salsa, carne y queso. Y que te vendan que si te comes una barrita de esas consumes las mismas calorías que tres filetes de pollo con su puré de patatas y pan, no me convence. Me parece un insulto. Puedes llamarme antiguo, pero disfruto con las comidas de 3 ó 4 platos, de las que se alargan, de las que se convierten más en una situación de supervivencia que en un almuerzo ‘fit' o light. En Can Pota, por ejemplo, he llegado a comerme unas bravas, dos platos de fabada asturiana, un cachopo con sus patatitas y pimientos, y un milhojas con crema para cerrar el festival. Luego me cuesta moverme, respirar y vivir en general, pero es un daño colateral que acompaña a la felicidad de zamparme todo lo que se me pone por delante y que me gusta. El día que nos digan que han inventado la pizza familiar de 17 quesos que no engorda y de fácil digestión, nos darán una alegría a la altura de aquella vez que inventaron lo de ponerle piña a la pizza. Sí, yo soy aquella persona que cuenta la leyenda a la que le gusta la pizza hawaiana con mucha piña, jamón y maíz dulce. El problema es que, como te decía, tenemos la lista de prioridades un poco desordenada y andamos más encebollados en descubrir nuevos sabores absurdos de helados que en lograr que los helados no engorden. Puede que no compartas mi opinión, no pasa nada, yo tampoco comparto mi pizza y no se acaba el mundo. Si logramos que los científicos se pongan a ello, en sus ratos libres, lograremos por fin cambiar el insípido yogur nocturno con bífidus por una ración de nachos con su salsa y su pollo. Puede que luego tengamos que ponernos con lo de lograr que los gases huelan a rosas, pero eso ya será otra batalla.