En el último año hemos visto un montonazo de cosas que no nos podíamos esperar ni borrachos de absenta, cierto es, queridos lectores, que no estamos en 1890 y que no tenemos el don artístico de Toulose-Lautrec para pintar «Au moulin Rouge» puesto hasta las cejas del verde licor. Cada cual se fijará en el acontecimiento que considere más relevante, a mí personalmente me ha dejado flipando en colores (vivan las expresiones boomers) el hecho de que el mayor banco del país del Tío Sam, JPMorgan Chase, ya no quiera más dinero porque le salen los dólares por las orejas. Los grandes gerifaltes del monstruo bancario les han pedido a sus clientes que se lleven la pasta a otro lado, algunos expertos le llaman a esto «una crisis de liquidez, pero al revés». Si el hecho de que un banco no quiera más dinero en efectivo no les deja estupefactos, es que su capacidad de sorpresa ya no tiene límites.
Así que en este contexto pandémico, de brutal crisis económica, y con trazas muy gordas de distopía, que nadie más vuelva a usar las viejas soflamas acuñadas en la crisis del 2008 del tipo «no hay dinero». Dinero hay a espuertas, lo que ocurre es que cada vez está peor repartido. Es un hecho que el sistema está montado para que algunos hagan pasta fácil sin demasiado esfuerzo, y la gran mayoría, en cambio, se tenga que deslomar para llegar a fin de mes.
Y es un hecho también, que las leyes que han ido cociendo en los últimos años castigan la protesta, la libertad de expresión y señalan al disidente como peligroso, para que los castigados del mundo no hagan ruido. Negar esta realidad es como afirmar que las imágenes que se han publicado de Marte no las ha enviado el robot «Perseverance», sino que han sido filmadas en el desierto de Atacama, en Chile, o que la sobrasada de Mallorca es la mejor que existe, cuando es evidente que la sobrasada de nuestra Menorca roza la excelencia. Lo siento por los vecinos de la isla grande, pero es lo que hay.
Así que hagan el favor de mover el dinerito en el camino correcto. Denle un enfoque humano al vil metal y úsenlo en paliar penurias, gástenlo en quitar sufrimientos, inviértanlo en curar heridas y en estrechar desigualdades, porque ese enfoque salvaje de sálvese el que pueda, llevará a la mierda más absoluta a millones de personas, y a vivir en reductos a los millonarios; pero ojito estos últimos, que por chulas que sean las jaulas que os podéis fabricar, no dejará de parecer un zoo por la cantidad de vallas, fosos y alarmas que necesitaréis para que el hambre, en forma de desesperación, no os entre por vuestras ventanas.
Vale, el párrafo anterior ha quedado más espeso que un puré de guisantes, y además es una idea que repetimos continuamente, sin embargo, no por pesado y repetitivo deja de ser necesario. Los que escriben con contundencia argumentando lo contrario nunca se cansan y suben cada vez más el volumen, así que mientras ellos chillan, nosotros debemos seguir argumentando, que nos ganen por la fuerza, pero nunca por cansinos.
Dicen que la Historia tiende a repetirse, de ser así confió en que cojamos lo bueno y desechemos el desastre. Un ejemplo, del Antiguo Egipto es mejor recuperar cervecerías, como la que han descubierto recientemente los arqueólogos en la provincia de Suhag, que tiene más de 5.000 años, y no replicar su sistema esclavista por chulas que nos parezcan las pirámides, a no ser que algún amigo negacionista y cospiranoico nos convenza de que las hicieron los extraterrestres. Feliz jueves.
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