En plena ola pandémica (¿tercera, cuarta?, qué más da), consecuencia inequívoca de la suicida campaña «Salvar la Navidad», promovida por autoridades irresponsables, incapaces de tomar decisiones impopulares, seguimos confusos y amedrentados. Y lo más lamentable es que todos sabíamos lo que pasaría, tras la experiencia post veraniega y su demencial desescalada. Claro que tienen parte de culpa los juerguistas libertarios, incapaces de posponer efusiones sociales para tiempos más propicios, pero mayor es la responsabilidad de políticos, gubernamentales y autonómicos, y sus políticas cortoplacistas, con la mirada siempre puesta en las próximas elecciones.
El primer error fue la minusvaloración del riesgo, imprevisión generalizada en la mayor parte de los estados del planeta, aunque en el nuestro hubo un lastre de cosecha propia derivado del vaciamiento de competencias del Ministerio de Sanidad, infradotado de recursos y cuya consecuencia más llamativa fue la ineficacia en la compra de material sanitario y el desastre sin paliativos de la gestión de datos. La razón de que las democracias hayan fracasado en la prevención de la enfermedad es, según el profesor Tajadura (Revista «Claves» nº273), la incapacidad estructural para adoptar acuerdos y decisiones de amplio recorrido, y considera imperiosa la necesidad de incorporar procedimientos que introduzcan el largo plazo, como impulsar la investigación científica y crear Agencias de Salud y Medio Ambiente.
En el plano doméstico, plantea reconfigurar y reforzar el Ministerio de Sanidad, potenciando sus competencias de dirección y coordinación del todo el sistema sanitario, sin perjuicio de que las Comunidades Autónomas conserven sus competencias ejecutivas en materia sanitaria. Y de paso, acometer una de las reformas pendientes desde tiempo inmemorial: la de las Administraciones Públicas. Acabar o, al menos, limitar los puestos de libre designación y profesionalizar sus funciones directivas. Pero, ¡ay!, quién le pone el cascabel al gato del enchufismo y el pago por los servicios prestados…
17-I-21 Domingo
Paso por el puerto y, como siempre, vuelvo la mirada hacia la Illa del Rei, donde durante la guerra trabajó mi padre como oftalmólogo, labor por la que al final del conflicto bélico fue depurado «por prestar servicios a los rojos, siendo ascendido y cobrando sus haberes del gobierno marxista», según reza el atestado judicial, cargos de los que sería finalmente absuelto… Años después, S'Illa sería el paisaje que vería al despertar durante los quince primeros veranos de mi vida en Sa Plana de Cala Figuera, el panorama con el que sueño despierto cuando vienen mal dadas.
Hoy, después de mucho tiempo, S'Illa está sola en domingo por la pandemia, sin el alegre azacaneo de los voluntarios. Es una decisión dolorosa pero prudente, dada la progresión de los contagios, pero me parece atisbar una lágrima resbalando por la torre central del edificio. En los sueños del protagonista de mi novela «Dorada a la sal» (1997) estaba el de una Illa rehabilitada y convertida en un parador turístico de primer orden en un enclave único que cautiva a los visitantes.
Por una vez, la realidad supera a la ficción y el viejo hospital, testigo y protagonista estelar del convulso siglo XVIII, será mucho más que un parador, nada menos que un extraordinario museo de la historia del puerto de Mahón y sus ajetreados avatares, así como un cálido homenaje a la medicina, y, sobre todo, un monumento a una iniciativa de la sociedad civil que roza la magia. Tan colosal es la obra de rehabilitación -golpe a golpe, verso a verso- que se lleva a cabo, que una de las más importantes galerías de arte del mundo, la Hauser&Wirth, ha decidido instalarse en la isla de los prodigios, lo que constituirá, sin duda, un antes y un después en el devenir socioeconómico y cultural de Menorca...
Se le debe un homenaje institucional al pionero, voluntario en jefe, Luis Alejandre…
20-I-21 Miércoles
Llegó el día en que el mundo se libra de la pesadilla Trump. Y es un amanecer extraño, con Washington tomado por las fuerzas de seguridad, en una desabrida metáfora de lo que ha sido esta polémica presidencia que ha desquiciado a buena parte del mundo. Es un día para la esperanza, pero no para la euforia. La salida de Trump del escenario político inmediato (son inquietantes sus palabras de despedida: «Volveré de una u otra forma»), y la llegada de las vacunas son dos buenas noticias, pero tanto el panorama que se le presenta al presidente Biden -trufado de trampas, Trump le ha dejado un campo minado tanto en política doméstica como internacional-, como las dificultades para arrancar una vacunación masiva son patentes. Así que, esbocemos una leve sonrisa, pero atémonos los machos…