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Íñigo Errejón ha estado estos días deshojando la margarita, si va o no a presentarse a nivel nacional en las elecciones legislativas del 10 de noviembre. En mi opinión materialmente no tiene tiempo de agavillar un equipo bien conjuntado con gentes de reconocida valía que le permitiera asegurar siquiera su propio escaño en el Parlamento, aunque ahora algunos dicen que puede sacar hasta diez diputados, entre otras cosas porque no es tan sencillo presentarse en cada provincia. Cuando a Errejón se le pasó esta idea por la mente, debió haber sopesado que esto no es como coger pelos de cochino, y que se necesita de un tiempo para madurar bien dónde nos vamos a meter y sopesar con qué mimbres cuenta. A ese envite no se puede ir de hoz y coz.

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Me llama la atención que nada más salir a la opinión pública, que el otrora dirigente de Podemos meditaba presentarse a las elecciones, se formó hasta entre los tertulianos políticos un singular debate. Los hay que no se cortan un pelo en echar mano de la aritmética parlamentaria a cuenta de los votos que se les podrían ir a unos y a otros al rebufo de Errejón y el nuevo partido. «No asamos y ya pringamos» ¡Hombre!, sé que el voto es volátil pero no creo que lo sea tanto que convierta al votante «en un picaflor», yendo de partido en partido como la abeja de flor en flor. Por otro lado, señor Errejón, debería parar quieto, buscar donde ubicar sus reconocidas facultades en el oficio de la política, so pena de ser tomado como la tía Gavina que no se sabe si mea o se orina. Cuando un político se desubica, acuérdese del saber popular que dice: «No ames a quien amó ni sirvas a quien sirvió».