Los años pasan en un plis-plas. Cuando quieres darte cuenta la niña que llevabas cada día al colegio se te ha casado y una tarde, te viene con un nieto de tres años. Una mañana al afeitarte paras quieto ante el espejo, y entonces, se te caen los palos del sombrajo ¿y este viejo quién es? Se me había olvidado que cuando los años pasan, pesan, sin embargo como la calidad genética es un misterio, conozco de alguna señora que con 20 años era guapa, pero ahora que tiene más del doble es guapísima.
Salvadas sean todas las distancias, la Constitución con los años pregona sus diferencias y sus mermas, los años solo le dan el lustre que dan los lustros acumulados. Nuestra Carta Magna acaba de estrenar su cuarentena y en mi opinión como la de tantos, necesita ya un retoque aquí y allá, anulando lo que le sobre y agregando lo que le falte. Nombrar el tema es darte de bruces con el miedo que se tiene a tocar la Constitución; parece impensable que se tenga que tener miedo después de cuarenta años de afinarla, olvidando que desde el primer día ya no era perfecta. Para empezar nació huérfana de madre porque solo tuvo y para el caso sigue teniendo, los llamados padres de la Carta Magna. Seguramente, cuarenta años más tarde tal cual se ha ido poniendo el personal femenino, y con razón en sus exigencias, de ninguna manera se consentiría que no participara ninguna mujer, porque en román paladino, la Constitución debería de tener padre y madre, claro que cuando nació no estaban estos detalles para «farolillos». Bien es lo cierto que la Carta Magna que nos dieron gestada solo por padres, no podía haber sido más aprovechada. Se mire cómo se mire, cuarenta años es una mayoría de edad más que consolidada, sin embargo, no paran de escucharse voces en el desierto de la incomprensión clamando por reformarla, pero no es un coro de voces bien orquestadas son siempre voces solitarias, casi una cacofonía de otras voces igual de solitarias, igual de poco escuchadas por las otras voces que ya dijeron un día lo mismo y tampoco lograron un eco que se aunase a la misma petición.
Cómo está el patio en su conjunto de una política cada día más fragmentada, de una política más a lo suyo, ponerse ahora a modificar artículos constitucionales, no lo acabo de ver como el mejor de los momentos, pero puede ser que dejarlo, nos encontremos aún con momentos peores. Además, los que saben de estos asuntos, no paran la boca quieta de decir que modificar o corregir la Constitución solo se puede hacer desde el consenso político. El problema es que ese consenso, de llegar a darse, tengo la percepción que nacerá viciado, porque cada partido pretenderá que la oportunidad de modificar la Carta Magna, sirve para mejorar sus ambiciones, sus prerrogativas, y para eso, tengo prisa en decir, que es mejor que la dejen como está. La política actual se ha tornado ambiciosa, excluyente y poco o nada generosa a la hora de pensar y actuar para el conjunto de la sociedad. La política actual, se pone fronteras a asimisma, fronteras físicas, incluso idiomáticas, y así, acertar en lo que hay o no hay que tocar, requiere el pulso de un cirujano y la mente de un bienaventurado.