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No me extrañó ver recientemente los carteles anunciando una feria de tipo gastronómico a la entrada de Es Castell. Últimamente el mejor reclamo para mover a la gente y animar negocios y calles es ganarse al público por el estómago, ya sea con productos típicos, con tapeo, tardeo o música y pincho. Y afortunadamente empieza a calar y hay variedad. La cosa es generar algún tipo de evento que haga que propios y extraños, incluidos turistas, acudan a la cita en cuestión y una vez allí, que recorran, degusten y gasten por la zona. Lo que no imaginaba es que la cosa fuera sobre pulpo gallego y que la iniciativa octopus friendly del Ayuntamiento acabara generando polémica.

Es difícil para los pueblos próximos a Maó retener a sus vecinos, conseguir que no cierren tiendas y que haya actividad más allá de los polos de atracción veraniegos, que en el caso de Es Castell es sin discusión Calasfonts y su continuación hacia el Moll d'en Pons. Luchan por no ser pueblos domitorio y conservar su personalidad. Cualquier iniciativa en ese sentido debería ser bienvenida, siempre y cuando cumpla todas las normativas aplicables, especialmente las sanitarias, y parece que esto queda fuera de duda en este caso, según las explicaciones municipales.

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No creo que un tipo de oferta excluya la otra. La gente sabe lo que quiere y dónde buscarlo, si desea probar el pulpo gallego, o comerse un pepito de lomo en las fiestas, feliz con el olor a fritanga, o sentarse tranquilo en un restaurante junto al mar. Y aunque es comprensible que los restauradores no deseen que los clientes potenciales se dispersen, no me parece una buena táctica.

Hay que atraer comensales por la oferta propia, la calidad, el servicio, el precio..., pero no por obstaculizar otras iniciativas que puedan beneficiar al resto.