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He escuchado alguna vez que el PSOE es el reflejo de España. Hay algo de cierto. Decirlo ahora, así como está el país, no se trata del mejor piropo que le pueden decir a un partido, pero dada su situación no puede exigir más.

Se parece más a España que cualquier otro partido porque es capaz de abarcar un gran espectro ideológico. Es de centro izquierda, pero históricamente ha arañado votos más a la izquierda (por lo del voto útil) e incluso del centro derecha (sobre aquellos que ven al PP demasiado conservador).

Pero donde las dan, las toman. Su virtud, se ha vuelto ahora en su contra. La irrupción de C's en el centro derecha y Podemos, logrando que la extrema izquierda no sea irrelevante, ha provocado que el PSOE padezca una sangría de votos nunca vista. Les han 'robado' aquellos votos 'prestados' durante tantos años en el centro y en la izquierda. Y se han quedado con los fieles y el centro-izquierda. Es el precio que ha pagado por tantos años de indefinición.

Así están los socialistas en España y toda Europa, luchando para no caer en la irrelevancia. Ya no vende un partido que le vale todo, porque quien mucho abarca poco aprieta. Tocaba dar un paso al frente y definirse.

La estrategia de la vieja guardia, personificada en Susana Díaz, quería volver a ser ese partido. El que lo abarcaba todo, pero olvidaba que España ha cambiado mucho. Los militantes se lo han recordado y han reclamando salir de esa puerta giratoria en la que está sumiso y mirara más a la izquierda.

Sánchez, contra viento y marea ha ganado la batalla. Lo ha hecho porque ha dicho lo que los militantes querían oír: si queremos ser algo hay que ir hacia la izquierda y no abstenerse para que el PP gobierne. Ahora bien, Sánchez es el mismo que hace dos años cuando se presentó con el apoyo del aparato. Por eso muchos ven al renacido Sánchez puro marketing, otros (sus partidarios) creen que lo que ha hecho es definirse.