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La operación Lezo, que investiga el desfalco en la empresa pública Canal de Isabel II y que ha llevado a la cárcel al presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González está demostrando que la corrupción no es una cosa ni de uno ni de dos. Tienen que estar implicados decenas de personas, desde políticos del más alto nivel, de segunda fila, empresarios, funcionarios e incluso periodistas y medios de comunicación.

No solo están los que roban sino también los que lo ocultan o intentan proteger a los corruptos. A estas alturas creo que ha quedado en evidencia que altos cargos del Gobierno se han dedicado a ello. Este martes se ha sabido que el propio ministro de Justicia (sí, el de Justicia) enviaba ánimos a González, cuando este ya estaba imputado. El lunes se desveló que el número dos de Interior mantuvo un encuentro con el hermano del expresidente de Madrid, un día después de que éste se enterara que los estaban investigando.Un día antes se descubrió que el fiscal jefe Anticorrupción se opuso a los registros de empresas vinculadas en la trama y de que González se alegró en su día de que nombraran a éste como jefe de los fiscales Anticorrupción.

Todo un despropósito. Situaciones que ya no extrañan, después del famoso mensaje que Rajoy envió a Bárcenas o el encuentro del entonces ministro de Interior, Jorge Fernández con Rato. Incluso la reina Letizia envió mensajes de ánimo a su amigo Javier López Madrid, implicado en el escándalo de las 'tarjetas black' y también detenido en la operación Lezo.

En el PP de Madrid, pese a que ha habido figuras valientes como Cifuentes, no se han querido dar cuenta de la gravedad de la situación y siguen hablando de manzanas podridas, en lugar de reconocer que el cesto apesta. Lo grave es que parte de esta corrupción la conocían los dirigentes del PP (entre ellos Rajoy y Aguirre), porque por un lado se había publicado en prensa y por el otro habían llegado a sus manos pistas fiables que alertaban de estos supuestos delitos. Pero ni uno ni el otro se lo creyeron. Miraron a otro lado, mientras su amigo (presuntamente) robaba. Aguirre ya ha dimitido; Rajoy sigue mirando hacia otro lado.