Ya estamos en el nuevo mundo globalizado del que tanto se habla, aunque conserve muchas características del que hemos conocido hasta ahora. Todos podríamos contar cosas interesantes de este nuevo mundo tecnológico, que empezó hace poco y que forma ya parte del paisaje innovador y, en ocasiones, inhóspito, con el que seguiremos conviviendo un nuevo año.
Mientras una cara de la realidad se muestra altamente sofisticada, instruida y derrochadora, la otra es paupérrima, sufriente y cada vez más necesitada. Contraste brutal expuesto en una ventana abierta a cada rincón del globo, ante los ojos atónitos de millones de cibernautas que contemplan el devenir de los hechos. Demasiadas personas insatisfechas, resentidas, desesperadas, marginadas... y otros que se sienten amenazados en su bienestar o sus certezas, sin apreciar lo que tienen al haberlo heredado casi todo.
Es una mortífera bomba de relojería. Para desactivarla, hay que manejarla con mucho cuidado. Sin substituir artificieros por aficionados. En lo económico, en lo político, en lo social... todo está trastocado y se tambalea. Intentamos poner parches, pero al tapar una vía de agua, aparece otra en algún lugar del casco... Es momento para grandes creadores, líderes visionarios que no enfrenten a la gente, almas nobles y generosas o filósofos geniales... porque en este mundo nuevo está casi todo por hacer. Y seguir la inercia nos llevaría al desastre.
