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Al día siguiente, Pedro reanudó su trabajo en el Savoy, Annette me llamó por teléfono: su madre iba mejorando, y ella me enviaba todos los besos no amortizados en Londres... Después del desayuno, armado de gabardina y paraguas, salí a la calle que, a estas horas del día, todas huelen a bacón y huevos fritos. El cielo entoldado, como casi siempre, más gente de color que nativos, una vibrante tocata de la Salvation Army en la plaza de Trafalgar, siempre tan atenta ella a nuestra alma…Y de repente, oigo un tropel de gente, con gritos, banderas y brazaletes, que van hacía Leicester Square, supongo que camino de Oxford street: es una manifestación de los sindicatos contra el Gobierno, que recorrerá esta calle hasta Hyde Park. (Mi periódico, el «Guardian», anunciaba el trayecto).

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Gobernaban entonces los conservadores, con Harold McMillan como primer ministro y había mucho descontento entre la clase obrera. Pero la manifestación era modélica, el espititu cívico de los británicos ha sido siempre ejemplar, quizá menos en los campos de fútbol… Marchan de cuatro en cuatro, ocupando solo la mitad de la calle, tienen derecho a manifestarse pero no a obstruir el tráfico, ni a pisar la yerba. Cada 10 metros, un policía, sin armas y con las manos juntas detrás, anda junto al bloque, y si alguno se separa, aunque fuera un palmo, el policía le advierte: «Please, move on». Como en España...