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A mediodía llegó un telegrama y poco después acudió Annette, culito y naricillas respingonas, y ambos venían de París: su madre había sufrido un ictus y ella tendría que regresar la misma noche a París, sería una noche malograda…

Al instante llegó Paco en su Jaguar para llevarnos a almorzar a uno de los restaurantes más venerables de Londres, el Rules, entre Covent Garden y el Strand, curiosamente a muy poco distancia del number one en su especialidad del roast-beef, o sea, el Simpson's in the Strand.

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Rodeados de sillones y sofás rojos, paredes todas cubiertas de cuadros de temas cinegéticos, además del infalible «Carro de Heno», de Turner obviously…, íbamos bien preparados para una opípara aunque muy cara comida, de la que era el anfitrión Pedro, un mallorquín que a los 40 años ya era el 2º maitre del Savoy, el hotel de lujo en el Strand.

Tomamos un Margaux, pero me olvidé de anotar la añada. Después, fuímos a tomar café en uno de los espléndidos salones del Savoy, encima del puente de Waterloo, overlooking the National Theatre . La tarde descendía sombriamente, y Annette presionaba para llegar a Bond street.

Dejamos el Jaguar y tomamos un taxi, pero el chófer, previamente informado, fue directamente a Picadilly Street, y se paró frente a Simpson's , donde Annette me obsequió con una gabardina de la casa y un paraguas. Ella se íba… Anochecía.