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Te propongo un juego, amigo lector. A ver si tú eres capaz de entender estas tres frases: «¡Socorro, hay un fuego en esos matorrales!», «Cagondell, sa crema sa marina!», «Ajuda! Hi ha foc a aquells matolls». Según el Govern Balear, en realidad, lo importante no es que se esté quemando lo que quiera que arda, sino que sepas que en catalán, todos los acentos son abiertos (À). Osease, que si el pinar des Grau se achicharra el bombero que acuda a apagar el fuego tiene que ser capaz de manejar la manguera, el extintor, saber mantener la calma en un momento de tensión máxima… Y corregir un dictado en catalán. Mejor te lo explico porque a estas alturas estarás pensando que me he vuelto gilipollas.

Guiem Amorós es un bombero de Mallorca que habla y entiende el mallorquín, que hasta hace poco trabajaba en el Ibanat, el Institut Balear de la Naturaleza, y que a raíz de la ley que el Govern Balear aprobó el pasado 31 de marzo que coloca el catalán de nuevo como requisito indispensable para trabajar en la administración pública, se ha quedado sin trabajo. Guiem, con seis años de experiencia en la plaza, hizo una prueba escrita para demostrar su nivel de catalán, y suspendió. No se la hicieron sobre la mejor forma para apagar un incendio, ni de cómo entrar en una vivienda ardiendo, ni siquiera de cómo bajar un lindo gatito de un árbol. Le pidieron, me imagino, que acentuara la expresión «Déu n'hi do», entre otras cosas, para que si en algún momento de su vida se quema tenga a bien decir «Déu n'hi do, m'estic cremant», en lugar de ciscarse en el diablo o blasfemar en plan «me cago en mis muertos», por ejemplo, que queda feo en sus països catalans.

A lo mejor soy un exagerado, pero si a mí me da un jamacuco en la playa te aseguro que al médico o a la enfermera que me atienda no le pediré el nivel de lengua. Como si habla en suajili, lo importante es que me salve la vida. Creo que hay diferentes grados de conocimientos, los prácticos y técnicos que acompañan a una profesión, y luego los relativos como por ejemplo la lengua. A mí no me sale el valor para pedirle a una enfermera o a un bombero, entre otros, que después de su turno de 12 horas, se sienten a aprender el catalán para poder trabajar en la administración pública. ¡Ojo! Sí creo que debe ser un mérito que se deba tener en cuenta para optar a una plaza.

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Ni tampoco pedirle a ningún camarero que trabaje otras tantas horas en la empresa privada al sol y a 30 grados y que luego se siente a repasar los acentos oberts i tancats. Si en un restaurante me atienden en castellano no seré tan soplaflautas de armar un cirio mediático sintiéndome con el honor mancillado. Me siento muy orgulloso de mi lengua y creo que se tiene que cuidar pero para nada me siento un fanático.

Porque una cosa es ser políticamente correcto y otra ser políticamente imbécil.

dgelabertpetrus@gmail.com