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Hay tantas cosas buenas que pasan desapercibidas... Lo que ocurre es que tenemos el foco, las luces, los medios de comunicación y las tertulias centrados en lo malo, en lo que nos cabrea, indigna o mortifica. Resuenan apellidos que son como un jarro de agua fría: Bárcenas, Conde, Pujol…. o antes, Roldán, Ruiz Mateos, Munar... Lo deprimente atrae a mucha gente y, en cambio, lo loable no vende ni destaca. Panamá es otro paraíso perdido.

Suerte que la vida está llena de personas maravillosas (seguro que conocemos algunas). Signos esperanzadores en medio de tanta maldad. Un ejercicio saludable sería fijarnos para descubrir sucesos cotidianos dignos de elogio, protagonizados por personas admirables, valientes, generosas, humildes; que son motivo de orgullo y que desprenden buen rollo sin pretenderlo ni beberlo. Los más destructivos, resentidos y mediocres ahogan informativamente a los que calladamente ayudan, intentan mejorar las cosas o nos consuelan siempre en la desgracia. Si fuésemos conscientes de todo lo bueno que nos rodea, de lo que contribuye a un futuro mejor desde mil vertientes distintas, nos daría un ataque de felicidad aguda. Pero nos centramos en lo negativo y ruin, que también abunda. No hay que preocuparse demasiado. Para que la euforia y la alegría de vivir no desborden nuestro frágil corazón y lo hagan estallar en mil sonrisas, el médico de guardia nos recetará tres telediarios y una campaña electoral.