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En el año 2004 el Gobierno de Japón destinó tres millones de euros a un curioso experimento científico que trataba de analizar los efectos terapéuticos de los bosques. La exigente vida laboral marcada por la alta competitividad había sumido a los habitantes de las superpobladas ciudades niponas en el estrés, la ansiedad y la depresión. En este escenario, el fisiólogo Yoshifumi Miyazaki de la Universidad de Chiba y la doctora Qing Li del Departamento de Higiene y Salud Pública de la Escuela Médica Nipona de Tokio se preguntaron si pasear por un bosque podía mejorar la salud de esas personas. Para demostrar sus planteamientos, enviaron a 84 personas a pasear por siete bosques distintos y a otros tantos a darse una vuelta por el casco urbano de varias ciudades. Los resultados del experimento fueron sorprendentes: las personas que pasearon un par de horas por el bosque mostraron una disminución del 16% en el nivel de cortisol (una de las hormonas del estrés), un descenso del 2% en la presión arterial y una deceleración de la frecuencia cardíaca del 4%. Asombrados por los resultados, el equipo de investigación realizó otros experimentos similares. Todos los estudios avalaron que pasear varias veces al mes por un bosque fortalece nuestro sistema inmunitario y vitalidad. Incluso se acreditó un incremento de las llamadas células NK (Natural Killer), una especie de linfocitos que proveen defensas contra tumores y virus lo que ha llevado a los investigadores a concluir que la visita a los bosques tiene efectos preventivos en la aparición y progresión del cáncer. Esta mejora de nuestra salud –según los investigadores- hay que buscarla en nuestra propia naturaleza. Nuestro organismo se relaja en entornos naturales agradables porque evolucionó en ellos. Nuestros sentidos están más adaptados a escuchar a los pájaros, a observar una planta o a seguir una corriente de agua que a estar atentos al tráfico, ordenadores y rascacielos.

¿Tienen los bosques un efecto terapéutico? ¿Nuestra salud puede mejorar si estamos en armonía con la naturaleza? Hace más de cuarenta años Rachel y Stephen Kaplan, de la Universidad de Michigan, concluyeron que la mayor parte de las actividades de la vida diaria requieren atención directa y focalizada como comprobar un e-mail, trabajar con un ordenador, encontrar aparcamiento o utilizar una fresadora. Mientras nuestra mente está concentrada, podemos enfocar correctamente los problemas y buscar la mejor solución posible. Sin embargo, la vida moderna, en ocasiones, nos exige un grado de concentración que supera nuestra capacidad. Una vez alcanzado el límite, sufrimos fatiga mental, no resolvemos nada y el estrés nos devora por no conseguir los objetivos que nos habíamos propuesto. ¿Qué podemos hacer para desconectar? Desgraciadamente, a veces utilizamos nuestro tiempo libre para ver la televisión, las redes sociales o utilizar el ordenador lo que se traduce en un mayor agotamiento mental.

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¿Existe alguna manera, entonces, de aliviar nuestra mente fatigada? Ir a caminar por un bosque. Cuando caminamos por la naturaleza, nuestra atención está dispersa y nos dejamos llevar por la belleza del entorno. Esta idea se encuentra muy desarrollada en Corea del Sur debido al culto ancestral a los espíritus de la naturaleza. Este país ha invertido más de 140 millones de dólares en la constitución de un Centro Nacional de Terapia Forestal. Se prevé que en 2017 existan 34 bosques terapéuticos, al menos, uno cerca de la mayoría de las grandes ciudades. Una de las ideas más interesantes es la creación de un tren feliz que transporte a los niños víctimas de acoso escolar a los bosques para pasar dos días de acampada y poder superar su miedo y ansiedad.

Todavía existen muchas incógnitas sobre el efecto terapéutico de la naturaleza. No sabemos exactamente cuáles son las interacciones que un bello paisaje produce en nuestro organismo y que determinan una reducción de algunas dolencias como la depresión, la ansiedad o las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, es posible que dentro de unos años (quizá muchos) los médicos en vez de recetarnos una pastilla, nos sugieran ir a un bosque a darnos un relajante paseo. ¿Se imagina una terapia sin efectos secundarios, al alcance de todos y sin coste adicional para las arcas públicas? Quizá sea el momento de recordar las palabras de la artista puertorriqueña Iris M. Landrón: «Algún día el árbol que has tronchado te hará falta para respirar».