Cuando se publiquen estas líneas ya se habrá celebrado el debate que, con el autobombo propio de la cadena televisiva que lo emite, ha sido calificado de decisivo entre los políticos de los cuatro partidos que más se la juegan el domingo día 20.
Así que ahora mismo no sé quién o quienes serán declarados ganadores de la batalla dialéctica en el plató, pero de momento quien ya se ha llevado todo el protagonismo previo es la actual vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. El PP ha planteado su primera campaña en tándem, y allí donde Rajoy no llega, porque puede que gane en las distancias cortas pero su imagen es plana y gris, aparece la pequeña pero incombustible Soraya, que lo mismo hace un posado glamouroso -acuérdense de la portada de «El Mundo» en 2009-, que se marca un baile con Pablo Motos que se hace viral en las redes. Simpática cuando es necesario, dura y curtida en ruedas de prensa posteriores a cada consejo de ministros y en distintos gabinetes de crisis, ella encarna las dos facetas.
Lo más criticado ha sido la ausencia del actual presidente en el debate, interpretada como un acto de cobardía más que de estrategia. Sin embargo imagino que habrá sido una decisión medida por el partido y los responsables de campaña cuyos resultados están por ver. Salvando las distancias, también en Menorca cuando se celebró la campaña de las últimas elecciones autonómicas, los ahora consellers de Podemos se intercambiaban protagonismo en los debates, alegando que compartían ideas y que formaban equipo. Al principio generaba extrañeza que el número uno se sentara en primera línea entre el público y cediera el paso a la segunda en la lista, pero no oí ninguna crítica. La vara de medir no es la misma. Quizás sea una nueva forma de hacer campaña, en los dos casos las segundas-primeras espadas eran ellas.
Sea como fuere, que sea una mujer la que asuma esa responsabilidad me gusta. Quizás se abre el camino para que un día tengamos presidenta en La Moncloa.