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Como se comprobó en el debate organizado por «Es Diari» el jueves en Ciutadella, Podemos no tiene un programa porque está formado por gente muy diversa en proceso de organización, y no ha tenido tiempo de ponerse de acuerdo sobre cómo responder a centenares de cuestiones. ¿Apoya el trilingüismo? ¿Está en contra de la reforma de la carretera general? ¿Le gusta un parque acuático en Biniancolla?. ¿Qué haría con el PTI?

Tiene algunos líderes que no inspiran excesiva credibilidad. Es cierto. Habrá que esperar al resultado de sus elecciones internas para valorar este aspecto. De lo que no hay duda, como se vio en la concentración de Madrid, es de que esta nueva formación tiene fuerza suficiente para cambiar el panorama político, provocar la crisis de una izquierda atomizada, y poner el miedo en el cuerpo de los dueños del sistema.

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Podemos se alimenta del descontento de las víctimas de la crisis, como Syriza en Grecia. Cada día son más las voces que advierten del riesgo que representa el ascenso de esta formación. Algunos se atribuyen la defensa de la democracia, como si el derecho a votar Podemos atente contra ella. La democracia se defiende escuchando a los ciudadanos y el gran número de partidarios de Podemos están gritando algo que los partidos mayoritarios y tradicionales prefieren no oír.

La Europa y la España que salen de la crisis parecen no querer mirar atrás y prestar atención a las víctimas. Si éstas, que no son pocas, no perciben un cambio de actitud para que el primer paso para superar la recesión sea atender a quienes más la han sufrido no se conseguirá convencer a los votantes de una opción radical que, sin duda, alberga dudas y riesgos considerables, para que piensen más en el interés general que en el dolor en sus propias carnes.