Estos días me he topado con seres de aspecto chungo, andar torpe y ropas desaliñadas que han hecho que llegue a la conclusión que comparto más abajo. El verano ha llegado y con ello empieza la masificación y el desfile de especies que, en algunos casos, lucen modelitos que rozan el esperpento y lo paranormal y que invitan a que se te vaya la cabeza.
En el supermercado, sin ir más lejos, el jueves me sentí como si estuviera en el plató de la serie «Juego de Tronos». El escenario era un sálvese quién pueda, sin orden, justicia ni ley y donde los más fuertes y los más ágiles en la conducción del carrito podrían optar a salvarse. Un galimatías que se acentúa más a cada verano que pasa.
Para el que no conozca la serie, trata de varias familias de nobles que pelean por hacerse con el trono de los siete reinos. En la escena del supermercado, los miembros de la familia de los congelados defendían sus intereses indecisos mientras elegían si cenaban una pizza o unas croquetas.
En el reino de la fruta y la verdura no hay tiempo que perder y en cada metro cuadrado libras una batalla por la pieza que mejor aspecto tiene, aunque para ello se rompan las normas ancestrales que dictaron los dioses del pasado, aquellas que exigen el uso de guantes.
En los yogures, la familia de los Bifidus, velaban sus lácteos que regulan el uso intestinal, una mitológica y lenta forma de asesinar a sus adversarios. Al igual que en la serie, también existe la tierra de Invernalia, tanto la carnicería como la pescadería, donde moran los guerreros más duros de los siete reinos. Aquellos que asisten impávidos mientras el carnicero corta y desmiembra al animal en cuestión. Cuenta la leyenda que no tienen sentimientos, que hicieron un pacto con el diablo y los cambiaron por un número más bajo en la cola.
Pero el reino que más respeto y temor infunde es el de los cajeros. De su eficacia laboral depende el éxito de la misión de ir a hacer la compra. De su habilidad con las manos y los piiip depende que no perdamos la poca cordura que nos queda una vez en la caja. Cuentan los antiguos que las cajeras existieron antes que el propio Súper de los Siete Reinos y que ante la inminente guerra optaron por definirse como una tribu neutral.
A lo que iba. Uno puede ir a comprar y volverse loco, perder los nervios o desesperarse ante el aumento de clientes o puede, en mitad del aburrimiento, optar por inventarse una historia que lo cambie todo. Y, como bien dicen en la serie original, resignarse con aquello de «Winter is comming».