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Puede que ésta sea la última vez que nos sentemos a sa vorera, amigo lector. Quizás, después de este artículo, alguno me quiera crujir o partirme las piernas porque al fin y al cabo no dejo de ser un mahonés más sin puñetera idea. Un mahonés que va a hablar de Sant Joan y que sabe que diga lo que diga lo hará mal porque Sant Joan és de dalt de tot! Menos este año, claro, que visto lo visto parece que se ha liado parda y para colmo como España estaba eliminada del Mundial resulta que casi nadie optó por quedarse en casa.

Este año algo ha salido rematadamente mal en el tema de la seguridad pero más allá me preocupa el fondo de la cuestión. Mientras unos y otros debaten online si la culpa fue de los forasters o de los menorquins, de quiénes son los más borrachos y por ende los más maleducados, pasa de largo la tristeza de ver como se echa a perder una fiesta emblemática que seguramente se nos escapa a cualquiera que no sea de Ciutadella o como mínimo que no viva allí. Porque Sant Joan es único, es mucho más que caballos, caixers senyors, carotes y gins amb llimonada, es un reclamo a nivel mundial que convierte a la Isla durante unos días en el epicentro de todas las miradas o lo que es lo mismo, un escaparte abierto al mundo que tenemos que aprovechar.

Que Sant Joan se convierta en el patio de recreo en el que todo vale para cualquiera que lo disfrute es inconcebible. Es lícito y obligatorio que todos los asistentes se lo pasen en grande y disfruten al máximo pero si para ello deben flirtear con el coma etílico, coquetear con las drogas, mear en mitad de Ses Voltes, dejar Es Born como si hubiese sido el escenario de una guerra nuclear sin supervivientes o transformarse en unos cazurros maleducados, lo único que puedo decir es que se ha perdido el concepto original.

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Cuestión a parte merecen las agresiones, sexuales o no, y las peleas que han ilustrado estos días las portadas. Me parece que es el resultado de ir pregonando y vendiendo que en Sant Joan todo vale. Que es igual de lícito aprovecharse de uno de los miles de jóvenes que empinan demasiado el codo como zurrarle sin compasión al Policía de turno y jactarse.

Como menorquín me siento orgulloso de las fiestas de Sant Joan pero me avergüenzo en lo que se están convirtiendo, como imagino que le pasará a más gente. Me preocupa que las otras fiestas se empapen de esta tendencia. Pero claro, yo solamente soy un mahonés que seguramente no tiene ni puñetera idea.

dgelabertpetrus@gmail.com