TW

Cada existencia, por efímera que sea, es una historia que merece ser contada. Un cuento que hará mayor o menor honor a la verdad pero que permite maquillar cualquier adiós por sorprendente que sea. Sentirnos, por última vez, eternos aunque después de este efímero paso por aquí no haya nada y cuando baje el telón sencillamente nos quedemos a oscuras. Esperando pacientemente para nada.

Sería atrevido empezar por el final, pero lo cierto es que en la vida hay pocos relatos que terminen tal y como lo planeamos al principio. Él, siendo un crío, soñó que sería futbolista, médico o bombero, quizás. En algún momento se enamoró de más e imaginó una vida eterna al lado de ese par de ojos que jamás lo correspondieron. De esa sonrisa que cautivaba hasta el corazón más perro y viejo.

Se juró, relamiéndose las heridas, que enderezaría un rumbo que no seguía un trazo firme y que cada vez parecía más condenado al fracaso. Se levantó de cada tropiezo, como hacen los héroes, pero cada nueva caída parecía más dura. Más honda. Hasta que, abatido, arrojó la toalla.

Noticias relacionadas

Se inyectó en vena una dosis letal de soledad que lo anestesió del dolor y de todo lo que le rodeaba. Apostó mal y tarde lo poco que le quedaba en el bolsillo y en el corazón y entonces dejó de sentir. Se movía entre las sombras y a ratos entre la indiferencia. Caminaba apestando a fracaso y sobrevivía con lo mínimo para no molestar a nadie. Hablaba entre susurros, importando más lo que callaba que lo que decía.

Una noche aprendió a morir. Se regaló el placer de largarse un domingo de madrugada evitando ese jodido lunes que tanto se le atragantaba. Se marchó sin hacer ruido, acompañado de la soledad que lo tomó de la mano y declarándose vencido. Sus últimos minutos los invirtió en recordar ese maldito momento en el que todo empezó a ir mal. Ese instante en el que la idea de ser bombero, futbolista o médico se comenzó a torcer y no encontró un hombro que lo animara o una palmada en la espalda que le animara a seguir.

Y solo, en mitad de la nada y a oscuras, optó por morir. Haciendo de la peor forma posible, sin nadie que le llorara, pero siendo fiel a su historia, convencido de que jamás nadie la contaría.

dgelabertpetrus@gmail.com