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Quisiera cerrar mi trilogía (dedicada a glosar los logros de nuestros prohombres), comentando algunos aspectos biológicos relacionados con el parasitismo y que considero que ayudarán a comprender el motivo de mi embelesamiento.

Los biólogos nos presentan el parasitismo como algo consustancial a la vida. Prácticamente cualquier organismo vive parasitado por una enorme cantidad de criaturas que se nutren dentro de su seno como buenamente pueden.

Nosotros, los contribuyentes (por así decir), gozamos de dos órdenes de parásitos de diferente índole , a saber: aquel grupo caracterizado por su minúsculo tamaño y del que sabemos que, aunque de vez en cuando nos proporcione un pequeño (o gran) disgustillo, lo compensa en cierta manera dando vidilla a nuestra flora intestinal, y aquel otro, constituido por individuos completamente pluricelulares y suficientemente espabilados como para configurar su hardware con el target innegociable de consumir nuestros recursos hasta que quedemos exangües (de ser ello preciso), para satisfacer sus necesidades vitales, que en muchos casos incluyen coche oficial y chofer.

No ignoro que mi organismo necesita un alcalde que administre mi ciudad y un concejal de urbanismo que regule su desarrollo, pero puedo asegurar que mi cuerpo no precisa en absoluto, sino de hecho rechaza (quizás por reacción autoinmune) 1031 diputados provinciales, tanto más si les añadimos otros 970 cargos de confianza adosados. Tampoco le acaban de sentar demasiado bien a mi body los 630 cargos políticos colocados en los medios de comunicación públicos máxime si les sumamos 7200 almas dedicadas al seguimiento de esos medios y los gabinetes de prensa.

No digo yo que haya que cerrar la cámara baja, pero puede resultar excesiva carga la friolera de 1856 pavos entre diputados, senadores y parlamentarios autonómicos montados en nuestra grupa mientras subimos cuestas tan pronunciadas como antaño fuera la de enero, y que ahora se amplía también al resto del año.

En fin, para no aburrir con datos: expreso mi temor de que el número de organismos con cargo que merodean el comedero (445.568 a fecha de hoy) acabe superando al de glóbulos rojos que circulan por nuestras venas, descompensando así nuestro equilibrio hormonal y nervioso.

Permítanme saltar ahora de la biología a la matemática.

Tales de Mileto fue el primer hombre que consiguió medir las pirámides de Egipto, utilizando para ello un recurso de lo más ingenioso, que partía del conocimiento de que a determinada hora del día, la sombra de un hombre medía lo mismo que su altura. Trasladó a la pirámide tal certeza y obtuvo con brillantez el resultado buscado.

Si utilizáramos una metodología similar, podríamos comprobar cuantas sanguijuelas admite un ser humano sano y corpulento antes de perder su energía y caer muerto. Una vez obre este dato en nuestro poder, podremos hacer una traslación al cuerpo social. Mis experimentos (hechos por ordenador, no crean que he desangrado a nadie) me llevan al convencimiento de que si esa cifra de 445.568 cargos políticos se redujera a su cuarta parte, el equilibrio sería más ajustado en orden a mantener vivito y coleando al paciente receptor de la sangría.

En efecto, si tenemos en cuenta que el diez por ciento de ese grupo ( el porcentaje es aproximativo, ya que hay estudios que lo elevan y otros que lo bajan) no se conforma con la retribución asignada y opta por ajustarla a sus expectativas mediante la infalible herramienta del choriceo, y si calculamos que esa actividad tan emocionante significará en la práctica que ese subgrupo consumirá recursos públicos equivalentes a diez veces su retribución legal ( este cálculo es también especulativo, ya que hay peña que ha pillado hasta cien veces lo que le tocaba), nos encontramos con que la cifra real de unidades "cobrantes" de que debemos hacernos cargo superaría ( tras la corrección explicada) el millón de nóminas, más pagas extras, lo que no deja de ser epatante, amén de desmoralizador. Apuesto a que hacer pagar al corrupto y remediar esta situación descompensada son las máximas prioridades tanto de Rajoy como de Rubalcaba, de ahí mi entusiasmo.