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Si bien Esperanza Aguirre ha manifestado que cambiará las leyes regionales que hagan falta para facilitar la instalación de Eurovegas en su comunidad autónoma, y ha matizado posteriormente que habrá que atenerse al imperio de la ley, la presidenta de Madrid debería contener un pelín su euforia y reconocer al menos que su colega Santiago Tadeo se le adelantó unos meses al proclamar a los cuatro vientos que introducirá cuantas modificaciones sean precisas en el Plan Territorial Insular para favorecer la llegada de elevadas inversiones en Menorca.

Puesto que la Administración pública se ha convertido en la primera empresa del país destructora de empleo; y dado que Mariano Rajoy no se cansa de repetir que el gran objetivo de su Gobierno es que España vuelva a circular sobre los raíles del crecimiento y el empleo, Esperanza Aguirre no podía dejar pasar la insólita oportunidad de la compañía Las Vegas Sands. Así que fue inmediato el sonoro ¡bienvenido mister Sheldon Adelson! lanzado por el PP madrileño. Y más tras "derrotar" a la Barcelona de CiU y hacerlo justamente en vísperas de la Diada de l'Onze de Setembre, lo cual puede valorarse como una doble derrota.

Menorca se mueve naturalmente en una dimensión micro y menos ambiciosa. Como nunca podrá contar con un Eurovegas, tiene que conformarse con su pequeño casino en Maó y la cantinela publicitaria de siempre, es decir, más hoteles y nuevos campos de golf. Aunque lo que finalmente resulte de tanto anuncio está por ver, claro. Menorca por tanto solo podrá asistir como simple espectadora y desde la distancia al desarrollo del proyecto de Las Vegas Sands.

A estas alturas de la crisis, del megaproyecto de Eurovegas concita escaso interés la previsión de visitantes que desfilarán por sus instalaciones durante el año (9,3 millones), al igual que el número de confortables alojamientos hoteleros (doce y 36.000 camas), los casinos a construir (seis, con más de mil mesas y 18.000 máquinas tragaperras), o los restaurantes, discotecas, teatros (siete) y campos de golf (tres). Todas estas cifras ya no causan demasiado impacto. En cambio, los datos que llaman poderosamente la atención son el monto global de la inversión (se ha dicho que podría superar los 21.000 millones de euros y cuya cantidad sería cubierta mayoritariamente mediante financiación bancaria, la empresa promotora al parecer solo aportaría una tercera parte) y la creación de hasta 261.000 empleos en un periodo de doce años.

Esos últimos datos son los que venden -y a los que se aferran- principalmente los políticos partidarios de Eurovegas. Todo por la patria. Todo por una patria de inversión multimillonaria, crecimiento económico y empleo. Pregunten en todo caso los lectores a Esperanza Aguirre, ella es posiblemente la persona/valedora más indicada para ilustrarles -y hasta convencerles- sobre los atractivos que se publicitan del proyecto estadounidense. Por otro lado, el hecho de que la presidenta Aguirre haya esquivado el problema de fomento de la ludopatía o los peligros que conlleva un probable auge del blanqueo de capitales o de la prostitución en la zona elegida no ha de extrañar a nadie; sencillamente porque quizá considere que se trata de asuntos menores, intrascendentes.
Muchas promesas de grandes inversiones y muchos miles de puestos de trabajo. Nada nuevo. Todo se ajusta al guion habitual. Y si algo no admite discusión es que el juego sigue ahí, con o sin Eurovegas. En este sentido, Loterías y Apuestas del Estado puede confirmar que, pese a la crisis o gracias a ella, el juego en España goza de buena salud. Hasta tal punto que el citado organismo estatal aportará 6.000 millones de euros al fondo de 18.000 millones que se va a constituir para rescatar a las comunidades autónomas con sus finanzas asfixiadas. Fiar no obstante el futuro económico al esplendor de los desorbitados -e increíbles- planes de mister Adelson me parece que a corto y largo plazo comportará más riesgos que ventajas. Además, tampoco es previsible que Eurovegas vaya a transformar una realidad social incuestionable: las evidentes distancias existentes entre los titulares de grandes fortunas y los ricos a secas y entre estos y los aspirantes a nuevos ricos; entre la clase media sin problema alguno para llegar a fin de mes y la clase media que se ve en apuros esporádicos, entre esta última y la clase media venida a menos y empujada a descender al peldaño de la pobreza; y en la cola, entre el ejército de nuevos pobres y los pobres de solemnidad.

Por mi parte, lo único que me atrevo a añadir es que el culebrón de Eurovegas me ha llevado a recordar la triste historia de Francisco Hernando, alias el Pocero, y su sueño de construir 13.000 viviendas en Seseña, la urbanización toledana que hoy se halla casi vacía y donde residen a sus anchas muchos fantasmas (además de un reducido número de ciudadanos que se vieron atrapados en su día por la disparatada obra del controvertido constructor). Unos fantasmas que en unos pocos años podrían irse a vivir a Alcorcón, la ciudad llamada a convertirse en la capital europea del juego y su oferta complementaria. Pero hoy por hoy resulta muy difícil pronosticar en qué condiciones transcurriría una renovada convivencia de los fantasmas en su legítima búsqueda de nuevos alicientes. Si se preguntara a Esperanza Aguirre a lo mejor podría obtenerse valiosa información al respecto. De todos modos, debo advertir a los lectores que he repasado el currículo de la presidenta madrileña y no consta que sea una experta sobre el mundo de los fantasmas.