Don Augusto Miranda y Godoy, como buen profesional preocupado por los avances, observaba las nuevas tecnologías y como se iban incorporando en las mismas, las flotas militares del mundo entero, entre ellas se estaban experimentando desde la aparición del acorazado Dreadnought en 1906. Mientras tanto los submarinos iban ganando terreno respecto a su importancia, aunque también es verdad que por los tiempos anteriores a la Gran Guerra de 1914-18, no existía una doctrina submarina bien definida, y los sumergibles se consideraban meros auxiliares de las flotas de superficie, cuyo grueso formaban las divisiones de acorazados. Según redacta su descendiente Jaime Antón Viscasillas, en su amplio artículo publicado en la revista de Investigación Histórica "RAYYA".
Miranda, inquieto y estudioso en bien de la marina, a la que estaba entregado en cuerpo y alma, presentó un programa de nuevas construcciones que tendría que ser una continuación del de 1908 (Ley Maura Ferrándiz) y que será conocido como Primer Plan Miranda. Proyecto que fue aprobado por Real Decreto de 29 de abril de 1914, fue presentado y leído en las Cortes, si bien Miranda decidió retirarlo antes de su discusión para modificarlo radicalmente en vista del estallido de la guerra europea en agosto de ese año. Este proyecto de ley "non nata", además de otras construcciones navales y obras ya preveía la de seis submarinos.
Continúa escribiendo Antón Viscasillas.- La conflagración europea que poco después degeneró en guerra mundial, y la prudencia más elemental aconsejaba no emprender la ejecución de un plan tan vasto de nuevas construcciones cuando se esperaba que el curso de los acontecimientos recogiendo las enseñanzas prácticas de la guerra en el mar, operaría una revisión profunda en los tipos de los futuros buques. La experiencia real demostró que la tan cacareada supremacía del acorazado no era tal. Se puso de manifiesto que era víctima fácil de la audacia de los pequeños submarinos, que se revelaron como la más eficaz fuerza naval durante la primera guerra mundial. Todo ello influyó en el ánimo y pensamiento doctrinal del almirante Miranda, que confirmó sus ideas respecto a la importancia decisiva del arma submarina en la guerra naval.
Elaborado un nuevo programa, las Cortes aprobaron con relativa rapidez, merced al prestigio ganado por el ministro Miranda, la que seria segunda ley de escuadra, que ha pasado a la historia como "Ley Miranda", y que fue sancionada por S.M. el rey don Alfonso XIII, gran entusiasta de la Armada, el 17 de febrero de 1915.
Aquella ley marcó un hito en nuestra historia naval y supuso el definitivo nacimiento del Arma Submarina española. Las unidades previstas y autorizadas fueron:
4 cruceros rápidos
6 caza torpederos o destructores
28 submarinos
3 cañoneros
18 guardacostas
A todo lo anterior hay que añadir, diversas obras a realizar en arsenales, bases navales y habilitaciones nuevas en puertos de refugio, a si como la construcción de material flotante necesario, que también autorizó, con minucioso detalle, la Ley de 17 de febrero de 1915 y a cuyo amparo fueron realizadas.
La guerra mundial duró mucho más de lo esperado y la Ley Miranda de 1915 tuvo que prolongar los plazos de sus construcciones y sufrir algunas pequeñas modificaciones en cuanto a los buques previstos, y muy grandes en cuanto a los precios de coste; pero tales alteraciones fueron obra ineludible de las circunstancias. Además, lo programado inicialmente en la Ley, se amplió posteriormente a nuevos cruceros y destructores, como preveía su propio articulado, por lo que su desarrollo duró 15 años en vez de los seis inicialmente previstos.
Al amparo de esta Ley Miranda, se crearon también las bases navales secundarias de:
La Graña ( Ferrol), Ríos ( Vigo), donde después se instaló la ETEA), y Marín (Pontevedra) después polígono de tiro y actual Escuela Naval Militar y la de Mahón ( Menorca)
Gracias a esta ley y a su antecesora la ley Ferrándiz, España se dotó de una escuadra respetable, de la que estábamos absolutamente necesitados para defender dignamente nuestros intereses marítimos, convirtiendo a nuestra Armada en la cuarta del mundo en los inicios de los años treinta.
De todas las construcciones de unidades navales previstas, solo lo relativo a los submarinos no se cumplió en su totalidad. Así de los 28 a que aspiraba, se adquirieron o construyeron 16. Las demás unidades fueron:
Cuatro cruceros.- Méndez Núñez, Blas de Lezo, Príncipe Alfonso, después rebautizado, Libertad y Galicia) y Almirante Cervera.
Tres cañoneros.- Cánovas del Castillo, Canalejas, y Dato.
Diversos buques auxiliares.- (Dieciocho guarda costas )
La apuesta respecto a Mahón-Menorca- por parte de Miranda fue más discutida. El Estado Mayor opinaba que no merecía la pena emplear un solo duro en la creación de una base naval pues razonaba que en caso que entráramos en conflicto con alguna potencia como Inglaterra, Francia o Alemania, el archipiélago balear sería en pocas horas tomado por el enemigo. No obstante la opinión de este órgano central de la Armada chocaba con la de otros prestigiosos miembros de la corporación, como José Riera Alemany (abuelo materno de mi admirada amiga Mercedes Cano de Fornals) que hizo una defensa de la autoridad estratégica de la base respecto a la defensa del litoral catalán y a la ciudad de Barcelona en particular en un artículo publicado en el periódico "La Vanguardia". Pero no sería este el único oficial de nuestra Marina que la defendiera con vehemencia. Otro gran defensor de la base fue el por aquel entonces teniente de navío Pedro María Cardona que con su trabajo titulado "Ensayo de valoración actual y estratégica y táctica del puerto de Mahón" expuso su teoría en el Ateneo de nuestra ciudad.
Miranda en este caso optó por aprobar el establecimiento de la base con el fin de dotarla de minas y con el plan de fortificar su costa, con el objetivo de hacer frente a un hipotético bloqueo del enemigo.
Tomada la decisión, el 3 de septiembre de 1915 llegaría a la ciudad el aviso de la Comisión Hidrográfica con el "Urania" con la misión de rectificar el portulano y verificar los primeros estudios para establecer la base, trabajos que desarrollaron hasta el 11 de octubre. El 22 de marzo de 1916 comenzaron las obras dirigidas precisamente por el citado Cardona. Se procedió a expropiar 25 hectáreas y se aprovecharon los terrenos y edificios propiedad del Estado, que bien fueron reparados, reformados o ampliados, que se ubicaban en la costa norte del puerto, frente a la ciudad, lugar que tenía las características de poseer mayor fondo y ser más abrigada que el resto. Todo ello se rodeó con un muro de tres metros de altura, que fue jalonado con torreones de vigilancia. El Real Decreto de 15 de septiembre de 1917 dispuso que sus instalaciones fueran complementadas con una estación aeronaval, quedando basados en ella cuatro hidroaviones. Sería muy utilizada como base secundaria de submarinos, y no es por tanto de extrañar que después de la guerra civil quedaran basadas las unidades de la clase C. En 1964 se construiría un tonel de una longitud de 480 metros donde se almacenaban los torpedos y los demás servicios para su mantenimiento. Desde el año 2003 hasta 2005, el Ministerio de Defensa inició un proceso para reducir su tamaño y precisamente en este último año se llegó a un acuerdo con Autoridad Portuaria para la utilización conjunta de sus infraestructuras y el uso de sus muelles y pantalanes.
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