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Estoy vivo de milagro. Como lo lees, amigo lector. Visitar un centro Ikea es algo que todos tenemos que hacer al menos una vez en la vida. Se podría calificar como un deporte de aventura donde el tiempo pasa a un ritmo vertiginoso y todo está en venta. Cuenta la leyenda urbana que un día un sueco cachondo se colgó una etiqueta con un precio del cuello para hacer la broma con sus amigos y que llegó un jeque de esos que están forrados y lo compró. Ahora trabaja como lámpara humana en uno de los palacios que tiene el millonario aguantando con los dientes la bombilla y dice que lo peor es que de interruptor utilizan las orejas. Una pena, iba para ingeniero o premio Nobel. Son una maravilla esta gente.

Al grano. Para entrar en Ikea tienes que hacerlo consciente y habiendo cumplido con todas tus últimas voluntades porque nunca se sabe. Entrar es fácil, el problema es salir. Si sigues las flechas del suelo no tiene que pasar nada pero como te despistes... Un centro Ikea tiene un microclima propio, aunque a la mayoría de sus dependientes les falte una capa de bronceado o de barniz, y antropológicamente es exquisito. Lo frecuentan desde señoras que desafían a la inmortalidad y se paran a mirar todos los precios de todas las cosas hasta hombres valientes que buscan una simple estantería y al final compran una cama víctimas de la locura transitoria similar a la de Marlon Brando en 'Apocalypse now'. Eso cuando no acaban desorientados en objetos perdidos y sus mujeres deben acudir y pagar el rescate.

En fin. Ikea, como la jungla descrita por Joseph Conrad en 'El corazón de las tinieblas', obra en la que está inspirada la película que comentaba antes, te hipnotiza y te atrae, te absorbe el alma y la cartera. Para ello tienen un servicio de cafetería con 'hot dogs' a un euro. Cuatro horas después de caminar, cuando ya pareces un zombie arrastrando los pies, son deliciosos pero el secreto es comérselos sin mirar y sin preguntar de qué están hechos. Entrar en Ikea es como un súper poder: "Conlleva una gran responsabilidad".

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dgelabertpetrus@gmail.com