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Los medios actuales para propagar una noticia desde un confín al otro confín del mundo, son de una rapidez y una efectividad verdaderamente asombrosa. Hace unos años, cuando aún no teníamos televisión, ni móviles, ni ordenador, ni por eso tampoco internet (la juventud piensa que siempre hemos tenido la tecnología actual a nuestro servicio como la tienen ellos). Las noticias cuando llegaban si el suceso pillaba lejos, estaban ya caducadas, ahora, pongo por caso, hay un tsunami a miles de kilómetros, pones la televisión y lo estás viendo en tiempo y hora, cómo pasó con el atentado de las torres gemelas.

La tecnología permite tener a nuestro alcance todos los días un verdadero empacho de noticias: sucesos jocosos, hilarantes, noticias agradables, pero, también por el mismo precio y en los momentos menos adecuados, recibimos noticias escabrosas. Estas comiendo con la familia, pongo por caso, y tienes puesta la televisión (cosa que procuro que en mi casa no pase) y de pronto, te aparece una imagen de varias personas muertas, desmembradas, con sangre por todas partes, por el efecto de un coche bomba o un terrorista que se ha inmolado, haciendo saltar todo por los aires, y tú sigues cuchillo y tenedor en mano, cortando un trozo de un sanguinolento solomillo de buey, o como me pasó el otro día, estaba un servidor tomando un tentempié, un trozo de queso con mermelada de frambuesa para que ustedes comprendan, y se me ocurrió en mal momento poner la televisión, y mírate tú que puñetera casualidad: una señorita que iba a casarse y según se explicó, le había comido el anillo de pedida el perro (un cacho perrazo). Pillé la imagen justo cuando con las manos, sin guantes, la mujer removía la plasta del can buscando el anillo, sólo sé que dije: ¡coñó, señora, que oportuna es usted y su perrucho!

Si…efectivamente, en cualquier momento se puede ver y oír cualquier cosa. Creo que nos estamos haciendo obscenamente inmunes, insensibles a la bazofia televisiva y al sufrimiento ajeno. Está uno poniéndose morao con un buen cocido o una estupenda paella, y de repente esas imágenes que deberían avergonzarnos de niños completamente desnutridos, agarrados al vacío pecho de su madre, que al no poder alimentarse tampoco ella, no lleva el aporte vital para su hijo que se le está muriendo en sus brazos. En realidad están muriéndose los dos de hambre: el hijo y la madre. ¡Qué paradoja! ¡Qué vergüenza!, que se estén quemando miles y miles de kilos de mantequilla para que no bajen los precios, o que nos estemos gastando muchos millones en productos seudocientíficos para adelgazar, mientras otros seres humanos mueren de hambre. ¡Qué crisis es su crisis! que no la socorren ni la Sra. Merkel ni el Sr. Sarkozy.

Las noticias nos afectan cada vez menos, quizá, por qué estamos siguiendo los acontecimientos sin digerirlos a la misma velocidad con qué se producen; lo que hoy es un notición, dos días más tarde ya no nos acordamos nadie. Un escándalo, un hecho calificado como escandaloso, en menos de una semana será absorbido por el siguiente suceso, también escandaloso.

Nos hemos instalado en la filosofía de quererlo todo ya mismo. Por eso, aquélla costumbre epistolar de la correspondencia escrita, lo que eran las cartas de toda la vida, está desapareciendo, las está eliminando la lentitud. Como me niego a que el cartearse desaparezca, sigo manteniendo algunas correspondencias. Hace unos días, recibí carta de La Habana, de otra persona que cómo a mí, le gusta la naturaleza y de ella los pájaros. Me informa como si eso fuera el mejor de los regalos para compartir conmigo, que sabe donde hay una pareja de gato salvaje de Cuba.

Por la radio acaban de dar la noticia de que… rápidamente nos vamos al ordenador y en la pantalla del aparatejo, nos muestran ya imágenes del suceso; ponemos la televisión y también nos mostraran los detalles del mismo. Todo eso a las 10 de la mañana; en los telediarios de la noche, ya no nos sorprende lo que ha pasado por qué ya lo hemos visto y revisto varias veces. Las noticias dejan de ser noticias de un día para otro. Me pregunto si será por eso que ya empieza a ser rara la noticia que nos conmueve.