Las cifras que denuncian la escasa participación de la ciudadanía en los asuntos públicos incluso en países de larga tradición democrática, Estados Unidos por ejemplo, son poco alentadoras. Y si a este dato se añade el hecho de que el género de participación que se da consiste en el mejor de los casos en echar cada cuatro años mas o menos una papeleta en una urna, queda claro cuan bajo es el nivel de esa intervención del hombre de la calle en la gobernanza de su pais. No es éste ciertamente un sistema válido para conocer bien cuál es la que pomposamente se llama opinión pública ni para detectar de modo fiable lo que piensan y sienten los votantes de buena fe aunque fueran, que no lo son, una mayoría de los ciudadanos de una comunidad concreta. Qué lejos estamos de ese objetivo de las condiciones que deben esperarse de una democracia deliberativa que como apunta en un interesante estudio Michel Wievorka ("Entre el sujeto personal y global, qué mediación") suponen el acceso igualitario a todos los espacios de participación, la posibilidad de que todos se expresen sin correr el riesgo de represalia, la capacidad para que cada uno intervenga en la discusión y se pueda hacer oír, el acceso a la información y participar activamente en la deliberación publica. En la práctica ninguna de esas condiciones se cumple del todo en este momento histórico.
Desafección
15/11/11 0:00
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