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La realidad es caprichosa y malévola en ocasiones. El desconocimiento sobre lo que significaba y la rigidez con la que aplicaba sus cánones motivó que se extendiese sin remisión posible la frase "los de la SGAE son unos ladrones". Las siete palabrillas estaban bien interiorizadas en el subconsciente colectivo perplejo ante la actuación contundente del personal de la Sociedad General de Autores y Editores en acontecimientos privados de toda índole o el cobro de derechos de autor en eventos de carácter benéfico. Ahora resulta que, presuntamente, los de la SGAE son unos ladrones. Ya no lo dice el imaginario popular sino que a órdenes del juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz, agentes especializados en delitos económicos se personaron en la sede de la entidad para efectuar un minucioso registro. Y el recién refrendado presidente, Teddy Bautista, y ocho de sus colaboradores acabaron en el calabozo bajo la acusación de falsedad documental y apropiación indebida. Vaya por delante el respeto a la presunción de inocencia, pero flaco favor le han hecho sus directivos a la denostada entidad.