No parece que sea muy acertado extrapolar avances tecnológicos entre las primitivas civilizaciones desde un país, región o lugar respecto a otros países, regiones o lugares, para llegar, tirando del hilo de nuestras ignorancias, al ovillo de la verdad que buscamos.
Hubo un tiempo en que la antropología(1), como medio de estudio evolutivo, nos aseguraba que en alguna parte se inventó el anzuelo para pescar y que el conocimiento de este hallazgo se propagó debido a la trashumancia. Hoy sabemos que tal afirmación es falsa. El anzuelo lo han utilizado distintas y distantes civilizaciones primitivas que no tuvieron ningún contacto entre sí. Es decir, que la necesidad de capturar peces por aquellos seres primitivos les llevó a conseguir rudimentarios anzuelos en distintas zonas del planeta. Que sea coetáneo el anzuelo de hueso de las civilizaciones primitivas del Mediterráneo, con el anzuelo de púa o espina de árbol de las poblaciones primitivas de la cuenca del Amazonas, ni nos quita ni nos da razones que avalen la afirmación del conocimiento de un artilugio entre pueblos primitivos por haberlo aprendido a construir y a utilizarlo los unos de los otros.
Las pinturas policromas de las cuevas de Altamira (provincia de Santander), a 3 km escasos de Santillana del Mar, descubiertas en 1879 por Marcelino de Santuola y su hija. Datan del final del período Paleolítico (hombre de Cro-Magnon), período Magdaleniense. Si aceptamos los estudios efectuados por el procedimiento del carbono radioactivo, diremos que el hombre de Altamira vivió hace 15.000 años. ¿Tenían aquellas gentes, culturalmente hablando, alguna relación homologable con los primeros pobladores de Balears? Poblaciones que son en su cronología muy confusas y a mi entender poca sería, o ninguna, la relación cultural en el tiempo y en el espacio entre ambas culturas.
Si hacemos caso a Binimelis (1593) veremos que éste se sorprendía de las "grandiosas construcciones" menorquinas, considerándolas obra de gigantes, cuando no de demonios. Supone este autor que los primeros habitantes de Balears serían caldeos.
La recordada arqueóloga mahonesa Dña. María Luisa Serra Belabré y el Dr. Tarradell buscaban los orígenes de los primeros pobladores de Menorca ubicándolos desde Oriente en el Asia Menor a las islas del Mar Egeo, o en la vecindad más a la mano de las islas de Malta o Cerdeña en el ecuador geográfico de la Mediterránea. Nunca pasaron de la teoría, como le sucedió a Roselló o al Dr. Bosch Gimpera, que "navegaba" en la comodidad de no descartar la teoría ni de Dña. Luisa Serra ni la del Dr. Tarradell y señalaba, como Roselló, Oriente sin aportar a su teoría la fuerza de otras aportaciones que le avalaran en la endeblez de una mera conjetura a mi entender incluso muy débilmente estructurada. Hay que esperar en cualquier caso a L. Pericot, que nos da por fin una fecha, 1.400 años a. de J.C. para la construcción de las primeras navetas. En la cronología de la construcción de las primeras navetas, la fecha que da Pericot, ¿es aceptable?... pongamos que sí, pero mi pregunta es: ¿son coetáneas estas construcciones talayóticas con los primeros pobladores de Menorca? Me parece poco probable, por no ser drástico y decir que imposible. En esas construcciones, en lo primero que debemos estar de acuerdo, es en la condición geográfica de Menorca, una isla en la mitad de la Mediterránea occidental y luego ver cuáles pudieron haber sido sus primeros habitantes. Si tiramos para Córcega o Cerdeña, haciendo caso a una de las teorías de doña María Luisa, nos encontraremos con el estrecho de Bonifacio, que por cierto, tampoco es por eso tan estrecho que no exija una embarcación que, al ser lo elemental que debían ser las frágiles embarcaciones de la época, convendremos en que haría falta no poca suerte para "marinear" desde Córcega a Menorca y llevando, claro está, a bordo, además de muy pocos navegantes, una escasa intendencia de boca (agua y comida). Es completamente descartable pensar siquiera que aquellos seres primitivos que pisaron Menorca por primera vez lo hicieran en un número importante. No se me figura una flotilla de troncos flotantes empujados no sé yo por qué corrientes o por tener ya la habilidad del manejo de una primitiva vela latina. De manera que ¿cuántos eran los primeros seres humanos que pisaron por primera vez tierra menorquina? Pues muy pocos, cuatro, cinco quizá, ocho…
¿Qué número de personas se necesita para transportar y levantar las enormes y pesadas piedras de las que están hechas las navetas, talayots, taulas y poblados prehistóricos menorquines?
En estas conjeturas no puedo dejar de tener en cuenta las forzadas y elementales prioridades de intendencia nutricional en aquellos primeros pobladores menorquines. Conviene recordar que Menorca era una tierra incultivada, un verdadero pedregal, sin árboles frutales, una alimentación pues sólo posible con la práctica de la caza y la pesca con las artes rudimentarias que se supone o la recolección de crustáceos, huevos de aves, cadáveres de fauna marina varada en las playas, etc. Tal actividad les llevaría todo el tiempo disponible.
Las grandes construcciones talayóticas menorquinas, entre otras, tienen dos exigencias básicas: la necesidad de un importante número de mano de obra y tiempo… mucho tiempo. Y si el tiempo lo empleaban en conseguir alimentos, poco sería el que les sobrase para dedicarse a monumentales construcciones con piedra seca.
Estoy convencido de que este apasionante episodio antropológico necesita de estudios sobre el terreno muy concienzudos, sin concepciones a fantasías y teorías avaladas solo por el prestigio de quien las emite sin aportar otra cosa que su fama.
(1) Antropología. Ciencia que tiene como objeto al hombre, desde un amplio punto de vista, por ejemplo el biológico (antropología física), comportamiento social y cultural (antropología cultural y antropología social). La antropología criminal es la que está dedicada a parte de la criminología que estudia la relación entre los factores antropológicos y la actividad criminal.
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