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En una legislatura escandalosamente pródiga en idas y venidas judiciales, Menorca parecía haber quedado al margen del tsunami de la corrupción que ha asolado las instituciones y la confianza ciudadana en Mallorca y, en menor medida, Eivissa. No porque aquí no pase nada –hechos similares a los del caso Estribor o el informe Lekuona han acabado en sede judicial en otros lares– sino porque las "víctimas" y la oposición suelen preferir dejarlo correr. No obstante, siempre hay excepciones que confirman la regla, y se anuncia que el próximo mes Antònia Salord deberá comparecer en el Juzgado para dar cuentas sobre una presunta irregularidad. Estamos todavía lejos del circo mediático que hay montado en Palma a raíz de chanchullos varios, pero a medida que las investigaciones en curso avancen o se abran otras nuevas –quién sabe si el dique se convertirá en nuestro Palma Arena particular– veremos algunos de nuestros dirigentes sentados en el banquillo y, esperemos que, condenados siempre que se demuestre que son culpables de las acusaciones que se vierten sobre ellos. No le deseo mal a nadie, pero sí bien a nuestro sistema democrático, y eso pasa por depurar responsabilidades cuando procede.