Vista del puerto de Mahón, de José Vilar 1832 (Museo de Menorca)

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En algún lugar leí, o alguien debió explicarme, que las fragatas, las españolas del siglo XVIII, eran rápidas y muy maniobreras, para ello, para ser manejables, no podían ir equipadas con mucho armamento, no pudiendo sobrepasar los 30 cañones. Siendo superadas por las embarcaciones de bandera inglesa, mos menjaven i d'un bon pas.
Tal como inicié el pasado sábado, intentaré continuar con aquella fragata de grato recuerdo "Mahonesa", construida en nuestro arsenal en 1789. Orgullo para los hijos de esta ciudad, al leer las páginas de la historia marítima, al denominarnos como haber sido entre los más importantes en la construcción de fragatas, entre ellas la serie conocidas como "mahonesas", de gran belleza y muy marineras.

Me la imagino con el mascarón de proa, la efigie de un león rampante, tal cual lucían los navíos de línea y las fragatas de aquel siglo, denominadas de los Borbones.
Al mes de ser relevado en Cartagena, el capitán O'Neille, precisamente el 13 de octubre, al navegar rumbo al estrecho, conduciendo desde Cartagena seis prácticos destinados a la escuadra del general Lángara, descubrió sobre Cabo de Gata a la fragata inglesa Terpsichore, cuyo armamento consistía en 24 cañones de a 12 y 2 obuses de 32 en el combes, dos de a 8 obuses de a 24 en el castillo. A las 9 y media empezaron abatirse a corta distancia. El cañonero duró hasta las 11 y tres cuartos a cuya hora tenía la "Mahonesa" varias piezas desmontadas e inútiles desde la medianía hacia la proa, por haberse desplomado encima parte del pasamano de estribor; las jarcias principales y el velamen destrozados por la metralla, rota la rueda del timón; varios agujeros a flor de agua; muertos un oficial, el alférez de fragata D. César de Piles y Rubín, tres contramaestres y diecisiete marineros y soldados, en total veintiuno; y otro oficial, el sargento, veintiséis individuos, heridos, seis de ellos muy graves. Celebrado consejo de oficiales acordaron arriar la bandera como así se verificó y la "Mahonesa", fue llevada a Gibraltar con el resto de su dotación prisionera.

La primera nueva de esta desgraciada acción fue un parte que dio el capitán del puerto de Cádiz al general interino del departamento el día 20, de que por el patrón de un falucho genovés llegado de Gibraltar, supo que en la mañana del 19 había entrado en aquel surgidero la fragata mahonesa, presa de otra de S. M. Británica y que había oído decir... que habia muerto ésta, a la española bastante gente.

Como el gobernador inglés se negara a llevar desde el peñón a La Línea a los prisioneros, hubo de hacerse en la mar la entrega de éstos el día 23 para lo cual el comandante general del campo marqués de Roben, aprontó al efecto un falucho de rentas, una tartana y un bote para verificar al transbordo de la gente: 53 soldados de tropa de marina, 14 artilleros y 165 tripulantes más, pilotines, carpinteros, el armero, sangrador, grumetes y pajes de escoba. Todos, menos unos veinte heridos.

El comandante Ayalde, el segundo teniente de navío, D. Juan Venero, y hasta 18 oficiales fueron conducidos a Inglaterra; entre ellos figuraban el alférez de navío D. Luis Navarrete, los de fragata D. Felipe Bauzá, mallorquín y más tarde ilustre hidrógrafo. D. Domingo Cándano, el segundo piloto D. Antonio Torres, etc.
En descargo de la pérdida de la "Mahonesa", consigno su comandante que la fragata inglesa era de fuerza superior, y que la marinería abandonó los puestos desde las primeras descargas, siendo inútiles cuantos esfuerzos hizo la oficialidad para que volviera a ocuparlos, circunstancia confirmada por el vencedor comandante Richard Bown, así como la de haber caído los botalones e inutilizado la artillería y de estar el casco en estado indefendible cuando se entregó. Sin asegurarlo, se admitía la veracidad del relato, por el hecho de no haber tenido la Terspsichore ningún muerto y no más de cuatro heridos.

El consejo de guerra celebrado al efecto apreció sin embargo que Ayalde, había padecido error de concepto facultativo y poca precaución al dejarse atacar a tiro de pistola, por lo que a pesar del valor que mostró en el combate, le impuso el Rey la pena de seis meses de suspensión de empleo, sirviendo de aventurero sin sueldo en el navío insignia de D. José de Mazarredo de la escuadra del Océano (Real Orden de 27 de junio de 1797).

El comportamiento del alférez de Fragata D. César Piles, muerto en la acción, fue tan celoso que el Rey concedió a su hermano de doce años, D. José Ventura, no sólo la plaza de guardiamarina con uso de uniforme y primera cruz de Carlos III pensionada que vacase, caso tal vez único -leemos-, pues para obtener esta condecoración precisaban los militares, además de poder alegar servicios, bastantes años de antigüedad.

Su hermana doña María Josefa casó con el ilustre geógrafo e historiador, el magistrado D. Isidoro de Antillón.
Se supone que el nombre de Piles que llevó un vapor de nuestra armada (1844-1893) se debió sin duda en recuerdo de aquel valeroso oficial.

Las tristes páginas de la "Mahonesa" fueron estudiadas y escritas por insignes hombres. El primero de ellos, se publicó en la revista "La Marina", Madrid 1856, volumen II, encontrándose en las páginas 230-314. Por el brigadier de la armada D. Francisco de P. Pavia y reproducidas luego por el ilustre historiador capitán de navío D. Cesáreo Fernández Duro en su obra Armada Española (Madrid 1902, volumen VIII, páginas 76 y 77. Continuaba nuestro insigne Juan Llabrés, diciendo:

"Un modelo de dicha fragata, perdido hace muchos años citaba sin otros datos al número 649, el primer catálogo del Museo Naval".
Pero lo que constituye verdadera novedad es el grabado a la aguada que con el pie " Capture of the Mahonesa. Octr.13 th, 1796" ilustra este hecho gráfico desconocido en España hasta el momento, y que Juan Llabrés Bernal, tuvo la suerte de adquirir en una subasta de The Parker Gallery, de Londres, 2 Albermarle Street, el año 1963. Haciendo en la prensa el siguiente comentario:
"Los ingleses al revés que nosotros, han tenido siempre un artista, pintor, grabador, escultor, etc. Para inmortalizar sus triunfos en el mar aunque estos fueran tan fáciles y tan exiguos como el que nos ocupa, y a pesar de que en este caso no se puede considerar muy afortunado a su autor, el pintor Whitecombe, puesto que el dibujo en cuestión en poco esta de acuerdo con lo ocurrido, no puede negársele un motivo de inspiración que perpetua un acontecimiento naval hispano-británico de no muy amplio relieve para su nación".
Llabrés Bernal finalizó el escrito con el siguiente texto:

"Repararon la fragata los ingleses y la Mahonesa, fue incorporada a su marina. Sirvió en ella con su mismo nombre hasta dos años después siendo baja en 1798, según afirman Fred Ditmar y Ken. R. Marchperson en su Lits of the Royal Navy (1793-1820)".

Dejándome llevar por mi curiosidad de los habitantes de nuestra ciudad en aquellos tiempos, relacionados con la marina y su entorno, me encuentro frente al Carmen, con Antonio Nadal, patrón. Muy cerca de su casa otro varón con el mismo oficio, Gabriel Tudurí, y Rafael Aledo, mercante. Ignoro la cercanía de las casas, ya que éstas no se encontraban enumeradas, continuando la del capitán, Jaime Vidal, casado con Margarita Taltavull, viuda de primeras nupcias de Juan Llull, pescador. El matrimonio tuvo dos hijos, Francisco y Bartolomé Llull Taltavull, marineros, encontrándose embarcados .

De bajada, me he parado en la Arravaleta (1782), llamándome la atención la cantidad de vecinos que tenían que ver con el puerto y el mar. Repito que no se conocía la numeración, se hablaba de la casa de don sutano o don mengano: Casa de Juan Mathias Neto, marchante.Casa de Juan Neto, calafate.Casa de Antonio Tudurí, carpintero de ribera.
Casa de la viuda de Castañar y su hijo Jaime Castañar, marinero.
Casa de los franceses, capitán, Francisco Costa.
Casa de Juan Murillo, notario, y su hijo Miguel Murillo, marinero.
Casa de Juana Coll, viuda, y su hijo Juan Coll marinero.
Casa de José Poly, su hijo Francisco, marinero y peluquero.
Casa de Francisco Riola, carpintero de ribera.
Casa de Francisco Roca, cirujano, sus hijos Bartolomé y Juan, marineros.
Casa de Jaime Arbona, marinero.